José Martí
Notas y Estudios

Carlos Ripoll

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EL PADRE DE JOSÉ MARTÍ

  DON MARIANO PROPIETARIO
  EL COMERCIANTE
  EL ESCLAVISTA
  EL MITO DE DON MARIANO
  EL ABUSADOR
  "CIELO NEGRO, SOL PUESTO, AGUAS SALOBRES"
  CONCLUSIÓN
  APÉNDICE

La publicación de La vida íntima y secreta de José Martí ha hecho crecer el interés por su biografía. Lo nuevo que allí se dio produjo una imagen más humana de Martí, y, por eso, quizás, más atrayente. Aumenta el deseo de conocer mejor la figura la falta de otros estudios sobre su vida. En Cuba, después del intento biográfico del argentino Martínez Estrada, en la década de los sesenta, nada mayor se ha hecho en el género. Es que la trayectoria de Martí, al igual que su ideario, son una explícita denuncia del sistema impuesto en el país.

Mariano de los Santos Martí y Navarro, el padre de José Martí, en 1852, cuando se casó. Tenía entonces 36 años y era sargento primero de Artillería en el castillo de La Cabaña.

A pesar de los numerosos trabajos publicados en la isla sobre Martí durante los últimos treinta y cinco años muchos con el infame propósito de mezclarlo de alguna manera con los disparates, abusos y crímenes que allá se cometen no hay ni una verdadera colección de sus pensamientos, ni una seria biografía, toda vez que, de ser completas, pondrían en evidencia la falsificación que hacen de él ¿Cómo compilar un ideario de Martí excluyendo juicios como éstos: "El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso"; "Me parece que me matan un hijo cada vez que privan a un hombre del derecho de pensar"; "Sólo la opresión debe temer el ejercicio pleno de las libertades"?... Y ¿cómo escribir su vida escondiendo su empeño por crear una patria de verdad "con todos y para el bien de todos", o su prédica a favor de los derechos humanos, o su obligada peregrinación por varios países de América porque "con un poco de luz en la frente no se puede vivir donde mandan tiranos"? Sólo se atreven a publicar estudios parciales y trabajos en que no se toca lo que condena al gobierno. Es por eso que se han visto obligados a reimprimir el Martí, el Apóstol, la biografía que escribió Jorge Mañach en 1933.

En el último número del Anuario del Centro de Estudios Martianos, donde relacionan la actividad del país en su asunto, al hacer una revisión de "las nuevas fuentes para el estudio de su vida", destacan como "carencias e insuficiencias significativas.., la ausencia de un ensayo biográfico"; y anuncian que en el concurso nacional auspiciado por el Instituto Cubano del Libro y el Centro de Estudios Martianos, "el premio de biografía para adultos fue declarado desierto..." Abundando sobre el tema, el año pasado, desde la revista El Ateneo, de Madrid, Paul Estrade, el francés estudioso de Martí, mostraba su sorpresa de que en el centenario de Dos Ríos no hubiera "sido acompañado por la publicación de una nueva biografía"; y puso en evidencia los temores de la censura oficial de La Habana al hablar, en la Revista de Indias, "sobre la ausencia y necesidad de una nueva biografía de José Martí, pedida [por él, en Cuba] a porfia aunque sin éxito hasta hoy..."

Los documentos que justifican este capítulo llegaron a manos de su autor por medio de una investigadora residente en Madrid. Fueron descubiertos en el Archivo Nacional de Cuba por Juan Iduate y Andux, quien preparaba una biografía del padre de Martí cuando lo sorprendió la muerte. Otros papeles, relacionados éstos con la estancia de don Mariano en la Hanábana, que se analizan más adelante, los había publicado Iduate en la revista Santiago. Los que interesan ahora fueron a dar al Centro de Estudios Martianos, donde los comentaron de manera superficial en su Anuario 1983, sin darlos a la publicidad. Como no ofrecían una imagen edificante de don Mariano, los celosos censores sólo se atrevieron a reconocer que el padre de José Martí "no se caracterizó precisamente por la pobreza", descubrimiento ya inoportuno para la supuesta revolución proletaria, pero nada dijeron de que, además de propietario y comerciante, como miembro de la peor burguesía, Mariano Martí fue también esclavista, embustero y abusador. Según las normas de la censura oficial, exponer esos hechos se hubiera considerado "diversionismo ideológico". Aunque no fuera cierto, era mejor presentar a don Mariano como un dechado de virtudes. Desconocían así, otra vez, los consejos de Martí, cuya rectitud lo llevó a decir: "En la verdad hay que entrar con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero. Todo lo verdadero es santo aunque no huela a clavellinas..." Ciertamente que no huele a "clavellinas" la parte que se trata aquí de la vida de don Mariano, pero en ella, como en toda actividad de la inteligencia, hay que entrar "con la camisa al codo... como entra en la res el carnicero".

Los datos sobre Martí, hasta su pubertad, no eran mucho más de lo que daba su expediente de estudiante: la entrada en el colegio San Anacleto, en San Pablo, el ingreso en el Instituto de La Habana: sus premios y sus notas; y, de otras fuentes: el bautizo en La Habana, el viaje a Valencia cuando tenía cuatro años, el regreso a Cuba en 1859, la carta a la madre desde Hanábana, una visita a Honduras y algunos versos domésticos... Existió un "Diario" de Martí niño. En él hubiéramos podido encontrar lo que hoy sólo entre sombras podemos ver. Tenía 16 años cuando en  carta a su maestro Rafael María de Mendive, donde se encuentra el más grave reproche al padre, le dice del "Diario":

...Trabajo ahora de seis de la mañana a 8 de la noche y gano 4 onzas y media que entrego a mi padres. Éste me hace sufrir cada día más, y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Ud. con toda la franqueza ruda que Ud. me conoce, que sólo la esperanza de volver a verle me ha impedido matarme. La carta de Ud. me ha salvado. Algún día verá Ud. mi Diario, y en él que no era un arrebato de chiquillo, sino una resolución pesada y medida.

El "Diario" quedó en manos de Micaela Nin, la viuda de Mendive, y, como lo había pedido a sus familiares, se hizo enterrar con él. Otro testimonio de su existencia lo dio en 1934 un amigo de la familia de Martí, de las Islas Canarias, quien aseguraba haberlo visto en La Habana, en casa de doña Leonor, y del que transcribió en un periódico de Santa Cruz de Tenerife unas líneas que años después reprodujo Félix Lizaso en el Archivo José Martí. Del padre, por su parte, de estos años de su vida, sólo se conocía lo dado por su expediente militar, que publicó Joaquín Llaverías en 1953, y lo descubierto por Iduate sobre su estancia en la Hanábana: la llegada a Cuba del sargento, sus promociones, sus empleos como celador, algunas de sus actividades como capitan pedáneo, sus domicilios y breves referencias a su carácter: hablan de su "terquedad", de su "limitada capacidad, poca aptitud y malos modales", aunque reconocen que "goza el concepto de honrado".

Casa de la calle Paula 41, hoy Leonor Pérez 314. En los altos nacieron Martí y sus dos hermanas mayores, Leonor y Ana, y donde vivieron hasta 1856. En la planta baja vivía la hermana de doña Leonor casada con un primo de don Mariano, Juan Martín Navarro, teniente de Artillería destinado también en La Cabaña.

Siempre se supo que el hogar influía en la manera de ser del adulto, que la conducta de los padres condicionaba su comportamiento. Desde principios de siglo, a partir de las teorías de Freud, el asunto ha merecido muy valiosos estudios, pero, debido a recientes revelaciones sobre la niñez de personajes bien conocidos (Reagan, Gingrich, Nixon), y por las confesiones del presidente Clinton sobre su niñez huérfano educado por un padrastro alcohólico y cruel, con las que se explican rasgos de su personalidad: la voluntad de superarse, la incertidumbre y su espíritu conciliatorio, y por la publicación póstuma en Francia del libro de Albert Camus, Le premier homme, donde habla de su lastimada niñez en Argelia la mayor pobreza, la madre muda, la temprana orfandad, con lo que se quieren entender su humanismo, su idea del absurdo y su genio, el conocimiento de los primeros años de un personaje se hace necesario para su completa evaluación.

Escalera interior que llegaba a la habitación donde nació Martí

Esquina de la habitación en que nació Martí, tal como fue retratada para el libro de Arístides Sosa de Quesada Martí, Maceo y Agramonte a través de su reliquias (1944).

Lo que ahora se descubre sobre la niñez de Martí, en función de lo que fue su padre, es de gran valor para entender su carácter: su ánimo, su reserva, su espíritu de justicia, su vocación por el sacrificio, su sentimiento de culpa y hasta algunos de sus renunciamientos y decisiones... Un año antes de morir le confesó a un corresponsal: "Yo no he hecho... más que sentir en mi rostro la bofetada de la soberbia a la humildad, y vivir para abogado de humildes. Ése es mi patriotismo..." ¡Qué cantera para el sicoanalista lo nuevo que se da aquí! ¡La personalidad forjada en el hogar, el martillo sobre el hierro nuevo! La decisión que aparece en uno de sus versos: "Cuando nací, sin sol, mi madre dijo... ve y escoge. Éste es un yugo, quien lo acepta, goza: hace de manso buey... Ésta que alumbra y mata es una estrella... El que la estrella sin temor se ciñe, como que crea, crece..." Y Martí le responde: "Dame el yugo, oh mi madre, de manera/Que puesto en él de pie, luzca en mi frente/Mejor la estrella que ilumina y mata".

El PROPIETARIO

La transcripción de estas páginas del archivo de Juan Iduate, quien merece todo reconocimiento por ser él quien descubrió lo que aquí se analiza, deja ver, por los espacios vacíos entre las palabras que copia, el mal estado de los documentos originales. Al final de estas páginas se transcriben en su totalidad los 22 que lo forman, pero en lo que sigue sólo se reproducen los pasajes más reveladores omitiendo detalles de menor interés, y arreglando lo imprescindible de la ortografía.

Patio interior de la casa natal de Martí y un cuarto alto donde dormían cuatro esclavos dedicados al servicio doméstico.

El primer documento de esta colección es una escritura de compra por Mariano Martí de una casa en "el barrio de Peñalver, calle de Jesús Peregrino número cincuenta y dos" (I). El precio acordado fue de "tres mil pesos", los que le entrega su esposa, Leonor Pérez, al vendedor. La compra se realizó ante notario el 22 de octubre de 1862. Como en esa fecha don Mariano estaba de Juez Pedáneo en la Hanábana, le había dado un poder para que adquiriera el inmueble descrito. Ya se sabía que cinco años antes, por la muerte del padre de doña Leonor, con parte de lo que heredó, la familia pudo hacer el viaje a Valencia: fue cuando renunció el cargo de policía en el barrio del Templete, el más rico de La Habana. Por lo que se ve ahora, en 1862, cuando Martí tenía nueve años, aún la familia disponía de dinero para invertir en bienes inmuebles. Martí iba en aquellos días al colegio de San Anacleto, donde conoció a Fermín Valdés Domínguez, cuya familia disfrutaba de holgada posición económica, por lo que se concluye que los Martí no eran, ni mucho menos, pobres de solemnidad. ¿Por qué entonces tuvo el niño que recurrir a un amigo de la familia, y luego a Mendive, para pagar sus estudios? Cabe pensar que el padre, aun pudiendo, se negó a ayudarlo en lo que tanto interesaba al excepcional estudiante, pero que él no quería. De esa lucha nos llegó el testimonio de la viuda de Mendive, quien así la recordaba: "Había una incompatibilidad de carácter entre los dos, el uno queriendo abarcar todo con su inteligencia, y el otro, un español lo más reclcitrante y rudo que pudiera haber, y las continuas luchas que tenían... porque quería a todo trance sacarlo del colegio y que empezara a trabajar, completamente opuesto a que siguiera carrera alguna".

Según el papel que sigue en esta colección parece que Mariano Martí recibió a fines de 1868 un préstamo por valor de "660 pesos, 1,334 escudos sin interés, por hacerle un favor", de un tal "Emilio Charun, vecino de Reina 77". Don Mariano se obligaba "a pagar en seis meses, 12 pesos, a 24 escudos por mes [con un] interés del 1% si no paga", y como garantía dio "dos situadas [rentas] en el barrio de Peñalver, calle Jesús Peregrino esquina a Soledad, # 57 y 59" (II). Mariano Martí no cumplió los pagos a que se había comprometido: en un recibo del 11 de mayo de 1869 se consigna que en esa fecha "D. Mariano Martí, vecino de la calle de San Luis Gonzaga, antes Reina... sólo abonó una partida de 24 escudos, 12 pesos" (III); y en otro, de "Junio 21 [de 1869, se] remiten bienes de hipoteca a Felicia Sánchez de Charun", que debía ser la esposa del prestamista y el título del inmueble hipotecado (IV).

EL COMERCIANTE

Por otros escritos de esta colección (XI-XVII), se evidencia que en 1865 Mariano Martí, dueño de "La Fuente de la Salud", un comercio de "confitería y café" situado en "la calle de la Salud", entró en sociedad con un tal Francisco Martí, quizás su primo. La compañía se iba a llamar "Sociedad Calle Real de la Salud". Francisco "aportó 4,000 pesos" al negocio en el cual se haría "liquidación cada tres meses [de] ganancias o pérdidas". Uno de los 10 epígrafes de este contrato "privado" (XIII) estipulaba para "Mariano, 25% de utilidades más una onza mensual para gastos..."; y en otro se lee: "Que mediante a que [puesto que] D. Mariano tiene establecidos confitería y helados, el cual ha de surtir para su constitución, es condición expresa para que cuando necesite de este género para su expendio, ha de llevarlo de esta sociedad, pagándolo por los precios de su plaza, con alguna [re]baja moderada, así en consideración a que tiene que hacer una segunda venta..."

Por algún motivo que no se conoce aquel convenio no prosperó, y Mariano Martí tuvo que demandar a su socio reclamándole "4,000 escudos de perjuicios, efectos [enseres] y numerario [dinero en efectivo]".

Lo más notable del pleito son las acusaciones que se hicieron los litigantes: de Mariano dice Francisco por medio de su apoderado, un tal Nicolás Carrera:

M[ariano] no es cristiano, católico, apostólico romano, [de los] que profesan esta religión, respetan la verdad, son verídicos en sus narraciones y nunca desfiguran los hechos, jamás los trastornan... Al redactar el escrito que se me comunica [la demanda]... se olvidó que estamos en cuaresma, que es una época en la que se recuerda al verdadero cristiano la obligación de ser exacto en todo, y dejándose arrastrar de la cólera que le causara no haber podido realizar las esperanzas mal concebidas, toman la pluma y hacen una historia que toca en lo ridículo. Si con sus imposturas, con sus amenazas y con sus fanfarronerías ha creído amedrentar a D. Francisco Martí, si concibió la idea de que éste se aterrase... sepa que se ha equivocado, sepa que mi cliente se ha conllevado siempre por el buen camino...(XIV)

A este alegato contestó don Mariano por boca de su representante legal: "Parece increíble la contestación de la demanda formulada por D. Nicolás Carrera, apoderado de D. Francisco Martí, decir que mi parte no es cristiano, católico, apostólico romano es tan raro, tan nuevo en un juicio en que se trata de hechos y derechos de las partes litigantes, que casi parece una burla con la que procura alejar el punto cuestionado..." En otro lugar se insiste en que Francisco "debe tres mil y pico escudos que llevó de dulces a otro establecimiento", y que él "ha concebido la idea de que el dueño de La Fuente de la Salud [Mariano] es pusilánime y asustadizo" y que se quiere "arrancarle por miedo lo que de otro modo no se puede". Y concluye con estos tan curiosos como intempestivos comentarios: "En tiempo de antaño ése era el imprudente medio de que la ignorancia se valía... hoy se educa de otro modo: se ha abolido esa perniciosa conducta, a ningún niño se le amenaza ni se le aterra, se le persuade sólo en la razón con la verdad y con la inteligencia..." (XV) Era el combate de dos exaltados bravucones.

¿Cómo terminó aquel pleito de 1866? No se sabe, pero sí que mientras el padre peleaba con el socio para salvar su comercio, el hijo asistía a la escuela de Mendive, en Prado número 88. Al terminar las clases regresaba a casa de su familia, no lejos del colegio, en la calle Refugio número 11, donde tuvo que oír las quejas del infortunado comerciante a quien acusaban de embustero, tramposo y fanfarrón; y ver así "La Fuente de la Salud", convertida en fuente de discordias.

Don Mariano debió perder con el pleito su negocio: a mediados de aquel año de 1866 inició gestiones para obtener otra vez una plaza de celador, como las que había tenido en los barrios de Santa Clara y del Templete. Después de mucho esperar se la concedieron en Batabanó, pero tan lejos de la familia, pidió un traslado para La Habana, el que le concedieron a principios de 1869, y así estaba de celador en el barrio de la Cruz Verde, en Guanabacoa, cuando el hijo empezó a publicar sus primeros escritos políticos.

EL ESCLAVISTA

En la casa donde nació José Martí, había esclavos. Los padres se casaron a principios de 1852 y alquilaron el piso alto de la casa en la calle Paula número 41. En los bajos vivía la hermana de doña Leonor, Rita Pérez, casada con Joaquín Martín Navarro, primo de don Mariano, y en una habitación con aceso al patio dormían cuatro esclavos destinados al servicio de los inquilinos. Sólo hasta que tenía tres años el primogénito, vivió allí la familia. Luego se mudaron a una casa en la calle de la Merced número 40.

Martí a los diez años, en la más antigua foto que de él se conserva. La mirada firme y triste del niño permite suponer sus conflictos en el hogar.

De todo lo que revela el archivo de Iduate, quizás lo más sorprendente es comporobar que en la casa de José Martí, de niño, hubo esclavos. ¡Cuánto no debió entristecerlo ese recuerdo! Aunque es conocida su reserva respecto a lo personal, sin recurrir al "mecanismo síquico del olvido", del que habló Freud, no es fácil explicar su completo silencio sobre este asunto. Al llegar a Nueva York, en 1880, dijo en su famosa "lectura" del Steck Hall: "Tenemos que pagar con nuestros dolores la criminal riqueza de nuestros abuelos. Verteremos la sangre que hicimos verter... Las culpas del esclavo, caen íntegra y exclusivamente sobre el dueño..."; y en el discurso del 10 de octubre de 1887, pensando en la isla después de la independencia, aseguró que en ella podrían vivir "en amor los esclavos azotados y los que los azotamos..."; y en un apunte dejó esta curiosa confesión: "¿Quién que ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza..." Y ahora que sabemos que el padre tuvo esclavos, esa insistencia en "Yo lo vi, lo vi cuando era niño," ¿no nos permite pensar que lo vio en su propia casa? Y más apoya esa sospecha el comprobar, como se verá más adelante, que don Mariano era dado a ciertos "atrevimientos de la mano", como llamaría Martí a las azotainas que le propinaba a sus propios hijos...

El documento que revela a Mariano Martí como esclavista, que era todo el que poseía esclavos, lo constituye una "póliza" especie de certificado de propiedad que garantizaba no ser de contrabando suscrita el 5 de junio de 1857 (V). Le siguen varios recibos y papeletas en los que constan algunas cantidades entregadas y otros detalles de la posesión (VI-X). La fecha de la póliza permite pensar que la compra de uno de los esclavos se hizo también con parte de la herencia de doña Leonor, poco después de presentar don Mariano su renuncia de la celaduría en el barrio del Templete, y muy cerca del viaje a Valencia de la familia; la más tardía fecha de estos papeles es "Octubre de 1859", cuando regresaron de España. En el documento de compra del esclavo se lee:

Póliza del 5 de junio de 1857. Señas particulares: dos pequeñas cicatrices en el lado externo del ojo derecho, y manchas de quemaduras en el antebrazo izquierdo. Póliza 17746. Agencia Habana. Nombre del esclavo, José de la Merced, de ejercicio tabaquero. Veintisiete años, constitución saludable, categoría 1ª., valor 1,000, indemnizado 850, duración seguro cuatro años, color claro, pelo, frente ancha, ojos negros, nariz chata, boca regular, barba oscura y escasa, estatura 4 pies 8 pulgadas.

Del otro esclavo sólo nos llega su número; allí se lee: "2 pólizas, Nº 17746 y 7; 2,000..." (VI), prueba de que cada uno valía l,000 pesos.

Hay, por último, junto a lo anterior, además de los recibos relacionados con este asunto, una papeleta que dice: "Conciliación del Marqués de Aguas Claras para que le paguen los 850 de D. Mariano. 21 de marzo de 1870" (X). ¿Será éste un acto de conciliación de dicho marqués, que entonces era Francisco Ponce de León y Balzán, con don Mariano Martí, para evitar un litigio por el cobro de la cantidad de 850 pesos que era lo "indemnizado" del esclavo "José de la Merced"? El día 4 de ese mismo mes de marzo José Martí había sido condenado a seis años de cárcel... ¿Buscaba el padre dinero para sufragar los gastos del juicio, o para reducirle la condena?

"La Fuente de la Salud", la "confitería y café" de Mariano Martí, como pudo verse según esta arreglada ilustración del libro Cuba With Pen and Pencil (1871) de Samuel Hazard. A la derecha un típico esclavo urbano, como los que tuvo la familia de Martí, en un dibujo de Víctor Patricio Landaluze.

Con los datos que aparecen en estos papeles se ve que esos dos esclavos de la familia de Martí eran los que llamaban "arrendados", los que hacían trabajos para una tercera persona percibiendo el amo el alquiler del mismo. Se les "echaba a ganar", que así se decía, como caleseros públicos, zapateros, sastres, músicos, tabaqueros; y a las mujeres, como nodrizas, domésticas, lavanderas y hasta como prostitutas... En su libro sobre El hampa afrocubana; Los negros esclavos, Fernando Ortiz dice de ese procedimiento: "La pequeña burguesía cubana invertía sus ahorros a menudo comprando un esclavo como podía comprar un animal de carga, y lo arrendaba convirtiéndolo en fuente de ingresos... Entre los negros esclavos se consideró en cierta época como poco decoroso el ser arrendados; acaso porque ser esclavo arrendado significaba, por lo común, no serlo de gente rica y de buena posición social, sino de modestos amos que buscaban en el arriendo de sus siervos una pequeña fuente de ingresos..." Una "leyenda en verso" de un olvidado poeta, Evaristo Silió y Gutiérrez, publicada en Madrid en 1868 con el título de El esclavo, y dedicada a Nicolás Azcárate, amigo de Mendive y luego compañero de bufete de Martí, describe el proceso del arriendo: al protagonista lo compra un blanco de la ciudad, y sobre ese cambio en su vida le advierte un viejo guardiero: "Te compra para que sea/Tu abrumadora tarea/Cuando a su antojo le cuadre,/Interminable y cruel;/ Para que esclavo y obrero,/Sufras y ganes dinero/ ¿Dinero para tu madre?/¡No, dinero para él!".

No era esa costumbre de tener "esclavos obreros", a los que el amo podía "arrendar", nueva en el país, Leví Marrero advierte en su Cuba: Economía y Sociedad: "La temprana costumbre de los dueños de esclavos en Cuba de permitirles trabajar con relativa autonomía, siempre que les pagaran un jornal, preocupaba a la Corona en los años finales del siglo XVII..."; y cita una Real Cédula de 1672, en la que se censura a los dueños, los cuales, no satisfechos con las ganancias que les traían las esclavas, las obligaban a salir de noche "a que con torpeza y deshonestidad las consigan..."

Entre los muchos libros que proyectaba escribir Martí, hay uno que pensó titular "Mis negros". Iba a ser una colección de estampas de algunos de los que había conocido, quizás como la Colección de artículos de su maestro en el colegio de Mendive, el tímido abolicionista, Anselmo Suárez y Romero, autor de la novela Francisco. Relaciona diez: "Tomás", que pudiera ser el "negrito Tomás","bozal" de 11 años, su amigo en la cárcel; otro, el que vio en el bocabajo cuando estaba con su padre en Hanábana; otro,"el negrito de Claudio Pozo"; un tal Isidoro, "el de Batabanó (esperando mis versos, sentado a mis pies)"; tres negras: "Isabel Diago (homosexual), Dorotea" y una que recuerda haber visto en el campo, cuya "camisa rota le dejaba descubierto un seno"; otro, "el viejo del presidio: ("algo de roble roto: majestad desoladora)", que debe de ser el "pobre Juan de Dios... de más de cien años", que menciona en El Presidio Político en Cuba; Simón: "elocuencia", que sería el negro Simón, de Zaragoza, criado de la casa de huéspedes en que vivieron Martí y su amigo Fermín Valdés Domínguez, quien lo describió como "hombre de armas y de frases". El quinto de la lista de figuras sólo dice: "José (fidelidad)"... ¿Será "José de la Merced", uno de los esclavos de la familia? El substantivo que le añade es el común para el buen esclavo, como para los buenos sirvientes y criados: la "fidelidad" como sinónimo de lealtad. En el libro antes citado, Fernando Ortiz hace este comentario: "La condición del esclavo urbano lo aproximaba más al amo que el esclavo del campo, lo cual permitía que la fidelidad del siervo al señor fuese más frecuente y manifiesta..."; y añade como prueba de esa "fidelidad" del esclavo: "Todavía hoy [1916] es frecuente en las antiguas familias cubanas encontrar servidores adictos, antiguos esclavos o descendientes de los esclavos de la casa, domésticos de confianza, cuya influencia en la educación de los blanquitos fue intensa..."

Venta y alquiler de esclavos. El que se indica aquí dice: "Se vende o se alquila un negro calesero de pareja y principios de cocina, joven, sano y sin tachas; y se alquila también otro, cocinero a la española y calesero: en la calle S. Nicolás inmediato a la zanja, n. 11, de las de Aragón impondrán". De un periódico de 1832 reproducido por Leví Marrero en su Cuba: economía y sociedad.

En el padre encontró Martí, en un momento de su vida, también por aquellos esclavos obreros, cuanto repugnaba a su espíritu, y en el maestro Mendive, cuanto lo atraía. Tuvo que ser de mayor importancia en su formación el enfrentamiento del esclavista del hogar y el abolicionista del colegio. Aunque no era extraño en aquellos días un cierto antiesclavismo sentimental y literario en poseedores de esclavos, el recuerdo de su padre, como propietario de esclavos, debía serle molesto, particularmente ante algunos de sus maestros y de los contertulios de Mendive, enemigos de la esclavitud. En 1865, acabado de ingresar Martí en la Escuela Municipal de Varones, aparece el poemario antiesclavista de Jerónimo Sanz con una carta prólogo del propio Mendive, quien le aplaude el acierto en presentar "los lamentos y sollozos de esa raza oprimida", por el que le anuncia "un puesto de honor en el mundo literario". Por ese motivo afirman Jorge e Isabel Castellanos en su Cultura Afrocubana que al mentor espiritual de Martí se le puede colocar "también entre los abolicionistas intelectuales criollos"; y con razón se preguntan: "¿De dónde si no de labios de su amado maestro aprendió José Martí a aborrecer tanto la esclavitud política como la social?"

Debió Martí leer en casa de Mendive alguna de las ediciones del Ensayo político sobre la isla de Cuba, del Barón de Humboldt, publicado en español por vez primera en París, en 1827. En el capítulo donde habla el sabio alemán de la trata de negros, hizo esta afirmación: "La esclavitud es, sin duda, el mayor de todos los males que han afligido a la humanidad..." Aunque la esclavitud se había abolido en Cuba seis años antes de que se publicaran los Versos Sencillos, Martí, casi verbatim, con una intención social más amplia, repitió el acertado juicio de Humboldt: "Yo sé de un pesar profundo/Entre las penas sin nombre:/ La esclavitud de los hombres/Es la gran pena del mundo".

EL MITO DE DON MARIANO

En los primeros años de la República aún se hablaba del padre de Martí como de una mala persona: autoritario, agresivo, intolerante. En 1909, al cumplirse el 13 aniversario de Dos Ríos, Fermín Valdés Domínguez publicó su "Ofrenda de hermano" en el periódico El Triunfo, de La Habana, y allí, como excepcional testigo, aseguraba que don Mariano era "de formas violentas y despóticas", y que educó al hijo "en el amor a España, y para que fuera en la Celaduría el continuador de su misión policiaca"; ante esa "injusta imposición paternal", Martí se vio obligado a refugiarse en el cariño de Mendive para continuar sus estudios y seguir con sus ideas cubanas. En 1915, en un discurso en el Ateneo de La Habana, Néstor Carbonell, hijo del gran amigo de Martí en Tampa, insitía en que los padres de Martí lo educaron "en el amor a España y en la sumisión más absoluta a su gobierno ; y que la aspiración más ardiente de ellos era el ver algún día a su Pepe empleado en la misma faena policiaca que el viejo", a lo que se resistió el joven, "rebelde desde niño".

Muy pronto las opiniones sobre don Mariano puede decirse que se dividieron siguiendo las ideas políticas de los que las sustentaban: los más amigos de España se inclinaron a defenderlo, a disculparle su conducta con el hijo, o a negar sus defectos; los viejos separatistas preferían centrar en él su condena de la intransigencia y el despotismo del régimen colonial. De ambas partes hubo exageraciones. Luego llegó la voz de la familia queriendo decidir en el asunto. Estuvo representada por Raúl García Martí, hijo de Amelia, la hermana de Martí que tuvo más larga vida. En su Biografía Familiar, publicada en 1938, cuando la madre tenía 72 años, se quejaba su autor de "la forma despectiva y humillante en que, sin razón alguna, se hace aparecer constantemente a los progenitores de Martí", y añadía: "No sé con qué razón ni motivo se ha hecho aparecer al padre de José Martí como persona ignorante y de poca capacidad, y con escaso amor paternal...", y concluía diciendo que Martí "de su padre heredó la entereza de carácter, la hombría de bien, la honradez acrisolada y la caballerosidad..."

Leonor, la hermana de Martí, a quien llamaban La Chata. A los 15 años se vio obligada, por los castigos del padre, a pedir amparo a los Tribunales de Justicia.

Tras esas opiniones Raúl García Martí contó un episodio de la vida de don Mariano que para siempre quiso reivindicarlo. Es sobre su conducta respecto a los desembarcos de esclavos cuando era capitán pedáneo en la Hanábana; dijo:

Esa zona [cerca de la Bahía de Cochinos], por donde generalmente se efectuaban los desembarcos clandestinos de negros esclavos, (negocio ilícito con que se enriquecían sus superiores y al cual se prestaba su antecesor) fue escogida para otro desembarco. Don Mariano no transigió con este bochorno, costándole su honradez y hombría de bien el verse nuevamente separado de su cargo, sin que por ello impidiera el mal, pues era autorizado subrepticiamente por orden superior...

Ésa era la versión familiar de los hechos: la "honradez y la hombría de bien" de don Mariano, le habían hecho perder el puesto de capitán pedáneo. Debió ser también la opinión de Martí, por lo que le oyó al padre. Pero no era verdad. Un documento publicado por el Archivo Nacional en 1928 parecía confirmar las palabra de Raúl García Martí; se trataba de un informe del Negociado de la Polícia, relacionado con la solicitud de don Mariano para un cargo de celador, el que le concedieron en Batabanó a fines de 1868. Para expliicar su separación del puesto que había tenido en la Hanábana, y hacerlo aparecer como víctima de una injusticia, el informante, con toda seguridad influido por don Mariano, dice,

... que el teniente de gobierno de Colón pidió su separación [la de don Mariano, a principios de 1863] de la Capitanía de la Hanábana, sin justiificar las razones que para ello exponía en su comunicación. Llamó la atención del negociado la propuesta del Teniente Gobernador para reemplazar a Martí en favor del Subteniente D. Manuel Aragón, que habiendo servido aquella Capitanía fue separado por sospechas de participación en un desembarco de bozales, sin duda por la coincidencia de pedir la separación de Martí sin la formación de expediente, y proponer a Aragón que fue separado en virtud de él...

Según este informe, desde luego, parece que don Mariano fue reemplazado arbitrariamente en el cargo por ese Manuel Aragón, el cual había participado en el desembarco de esclavos, con lo que era posible concluir que don Mariano era el honrado y el otro el venal, por lo que logró de nuevo la capitanía. Pero eso no es cierto. Los documentos que publicó en 1982 Juan Iduate en la revista Santiago prueban algo distinto. No llega él, por supuesto, a esa conclusión: quizás no se dio cuenta de la evidencia o se sometió voluntariamente a la censura para no empañar la imagen del padre de José Martí. El acontecimiento pasó de la siguiente manera. El 31 de marzo de 1862 el cónsul británico en Cuba, enemigo de la trata, le informó al Capitán General de la isla, que por la zona de la Ciénaga de Zapata, había desembarcado un contrabando de unos 400 negros. La investigación que provocó la denuncia inglesa hizo que, como primera medida, se arrestara a buen número de los que se creía involucrados. Entre ellos estaba, como era de esperarse, Manuel Aragón Quintana, a quien acusaban de haber recibido "cinco mil pesos y siete negros" por permitir la operación. Fue entonces cuando don Mariano lo sustituyó en el cargo de Capitán Pedáneo del Partido de la Hanábana, el 14 de abril de 1862. Lo mismo que a los otros encausados, a Aragón le embargaron las propiedades, y la acción del embargo la llevó a cabo don Mariano. Aunque todo apuntaba a que en realidad se había producido el desembarco, pues se encontró quemada la nave en que llegó el cargamento, lo cierto es que la Real Sala Tercera, que conoció el caso, por falta de pruebas, tuvo que suspender el juicio; dice el acta que "de conformidad con lo representado por le Ministerio Fiscal, se sobresee en la continuación de esta causa... [toda vez] que no ha sido posible encontrar los negros ni aun remotamente sospechar el rumbo que llevaron ni el punto donde se encuentran... [y se ordena que queden] en absoluta libertad los que fueron presos, cancelándose las fianzas que prestaron y devolviéndose los bienes que [les] fueron embargados..." En virtud de esa orden, el propio don Mariano procedió a devolverle sus bienes a Aragón, el que no tardó en pedir que lo restituyeran a su antiguo cargo del que, de acuerdo con los tribunales, había sido separado injustamente. Fuera o no culpable, ése fue, y no otro, el motivo por el que tuvo que ceder don Mariano el puesto, no porque se opusiera al desembarco de ningún cargamento de esclavos, como dijo su nieto.

Y ahora una conjetura. ¿Fue en verdad Mariano Martí ajeno a todo el trasiego de esclavos en la zona bajo su vigilancia? Entre los papeles que encontró Iduate en el Archivo Nacional, reproducidos luego en su artículo "Don Mariano Martí y Navarro, Capitán Juez Pedáneo de la Hanábana", en la revista Santiago, aparecen las siguientes noticias: el Capitán General de la isla le envió un telegrama el 6 de octubre de 1862 al Teniente Gobernador de Colón, que era la jurisdicción a la que pertenecia la Hanábana, en el que le decía:

Se me acaba de participar que por la costa sur, y muy probablemente por la Ensenada de Cochinos, ha de hacerse muy pronto un alijo de bozales que se piensa pasar después por esa jurisdicción. Aunque logren penetrar por la costa, espero que Ud. los aprenderá si entran en su territorio...

El día 14 de ese mes el Teniente Gobernador de Colón, en respuesta al Capitán General, le informaba haber dispuesto lo necesario para vigilar las costas del partido de la Hanábana, pero sin contar con don Mariano. No consta que en aquella ocasión se introdujeran bozales en el lugar. Pero en otro expediente, que lleva el título de "Alijo de bozales por el partido de Yaguaramas [lindante con el de la Hanábana], jurisdicción de Cienfuegos", fechado en 1864, se insistía que "a fines del año 1862", entre el "ocho y el veintiséis de diciembre", pasaron más de setecientos negros del partido de Yaguaramas, al de Palmillas, que era uno de los cinco, incluyendo a la Hanábana, pertenecientes a la jurisdicción de Colón; y comenta Iduate sobre el "alijo", que el transporte de los esclavos se había hecho con la protección de "la Guardia Civil y Caballería de los Lanceros del Rey, y, desde luego, con pases a favor de los conocidos negreros Julián Zulueta, José Baró, Tomás Giori, Franciso Rosel y otros..."

Según el testimonio de Raúl García Martí, su abuelo era aún en esa fecha capitán en la Hanábana, y allá estaba, a fines de 1862, con el hijo el 23 de octubre Martí le escribió a su madre la más antigua carta de él que se conoce. Para pasar las Navidades viajaron los dos a la capital, pero cuando se realizó el desembarco de esclavos de que habla ese expediente, es muy probable que estuvieran los dos en el lugar... ¿No sería ese episodio el que llega a los Versos Sencillos, al número XXX, donde aparece Martí como testigo de lo sucedido, por lo que fue asunto de su experiencia y no de su invención? Allí recordó:

El rayo surca, sangriento,
El lóbregro nubarrón:
Echa el barco, ciento a ciento,
Los negros por el portón.

El viento, fiero, quebraba
Los almácigos copudos;
Andaba la hilera, andaba
De los esclavos desnudos.

El temporal sacudía
Los barracones hechidos:
Una madre con su cría
Pasaba, dando alaridos.

Rojo, como en el desierto,
Salió el sol al horizonte:
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado a un seibo del monte.

Un niño lo vio: tembló
De pasión por los que gimen;
¡Y al pie del muerto, juró
Lavar con su vida el crimen!

¿"Lo vio"? ¿No tendrá esa composición el fondo real de otros de sus Versos Sencillos "La Niña de Guatemala", por ejemplo, "La bailarina española", o la noche del 22 de enero de 1869 cuando "el enemigo brutal" tiroteó el colegio de Mendive? Entonces, si el "niño" "lo vio" en la Hanábana, tuvo que verlo el padre. No lo pudo denunciar el pobre capitán pedáneo toda vez que la tropa iba, según dice ese expediente, amparada por "la Guardia Civil" y "los Lanceros del Rey". Por eso no se puede culpar a don Mariano, pero lo que sí queda claro es que el padre de José Martí no perdió su puesto por oponerse a la esclavitud, como siempre repiten los cronistas y biógrafos que se han ocupado de él, basados en aquellas palabras de su nieto, de que el padre de Martí "no transigió con este bochorno [el desembarco de esclavos], costándole su honradez y hombría de bien, el verse nuevamente separado de su cargo..." El puesto lo perdió, como se ha visto, al recobrarlo Manuel Aragón, y él sí tuvo que transigir con el desembarco de esclavos en aquellos días de diciembre de 1862, el que describió Martí en sus versos. ¿Como se hubiera podido conciliar, sin este conocimiento, al esclavista que se vio antes con ese recto funcionario que pintó el nieto, víctima de escrúpulos morales ante la esclavitud?

Mariano Martí en una foto hecha en La Habana poco antes de ir a México, de bombín y bastón, con todas las galas de un burgués acomodado.

EL ABUSADOR

Al evocar a Heredia cuando componía con el aplauso del padre sus primeros versos, Martí se lamentaba recordando a los que, como él, habían tenido que componerlos "entre azotes y burlas". Y hablando de otro poeta cubano, de Alfredo Torroella, le elogió el padre porque nunca tuvo para el hijo "esas rudezas de la voz, esos desvíos fingidos, esos atrevimientos de la mano, esos alardes de la fuerza que vician, merman y afean el generoso amor paterno. Puso en el hijo respeto, no con el ceño airado, ni con innoble fusta levantada..." Y como pensando en su niñez exclamó: "No es el menor sacrificio que a la vida se hace el sacrificio de la infancia: ¡ay! ¡entrar a vivir con un ramo de flores marchitas en la mano!"

En la carta antes citada, a Mendive, le confesó Martí que su padre lo había "llegado a lastimar tanto" que le hizo pensar en el suicidio. Y eso lo decía un joven de diez y seis años cuya entereza se iba a probar meses después en la cárcel. Ningún testimonio resulta más revelador "para lo que aquí se trata que el de Miguel F. Viondi, amigo de Martí, en cuyo bufete trabajó en 1879; dijo Viondi, ya como representante a la Cámara, a principios de la República: "... La rudezas del padre de Martí con éste tienen natural explicación en la condición personal del primero, rudezas de raza, cabría decir, aun subsistentes en aquella sazón, tratándose de un hombre de educación primitiva, para quien la paternidad se entendía como facultad omnímoda para ejercer todo orden de tiranías..."

Otro de los documentos de la colección inédita de Iduate permite conocer hasta qué extremos llegó la crueldad de don Mariano. Es de la hermana de Martí, Leonor, a quien llamaban La Chata, nacida en 1854, y es tan explícito que será suficiente su transcripción; en él se lee:

Sr. Alcalde Mayor del Distrito de Guadalupe: Doña Leonor Martí y Pérez, vecina de la calle San Rafael No. 55, ante Ud. respetuosamente parece y expone, que llevando relaciones amorosas con el joven, soltero como la exponente, don Manuel García, que vive en la calle Campanario entre Estrella y Maloja, y oponiéndose sus padres sin motivo alguno justificado a que se una a él en matrimonio, la maltratan cruelmente de palabra y obra, hasta el punto de pegarle bárbaramente. Largo tiempo ha sufrido en silencio la deprecante su desgracia, esperanzada siempre de que los instintos de la naturaleza harían entrar al fin en razón a sus padres, y cesarían sus amarguras; pero el maltrato ha llegado a su colmo ayer mismo, señor, ha sido golpeada la que habla, de una manera brutal, como podrá Ud. mismo convencerse por las señales indubitables que se ven en su rostro y demás partes del cuerpo. En tal conflicto, señor, se ve la deprecante en la dolorosa necesidad de acudir a los Tribunales de Justicia para que cesen de una vez sus sufrimientos. En esa virtud, haciendo uso del derecho que le conceden los párrafos 3º y 4º de la Ley de Enjuiciamiento Civil... [suplico] a Vd. se sirva acudir inmediatamente a la morada de la que habla, y, previa la ratificación de esta instancia, proceder a decretar el correspondiente depósito. Es gracia y justicia que no duda alcanzar de la justificación de Ud. Habana, agosto veinte de 1869. Leonor Martí y Pérez (XIX).

Accediendo a la solicitud, el juzgado se personó en la casa de Martí, y se hizo el "depósito" de la jovencita en la de un tal Manuel Cándido Blanco, "persona de toda moralidad y buenas costumbres, y de estado casado" (XX, XXI y XXII).

Este episodio de Leonor ocurrió en los días de la carta antes mencionada de Martí a Mendive. ¿Tendrá que ver el "sufrir" de que habla en ella, y lo mucho que lo llegó a "lastimar" el padre, y el pensamiento del suicidio, con ese momento difícil de su hermana? Debió sentirse Martí muy humillado con la presencia de la justicia en su hogar arrancándole la hija de quince años a su padre culpable de abuso y maltrato. ¿Y no habrá él mismo ayudado en la redacción de la instancia de la hermana pidiendo amparo a los tribunales de justicia? Y mayor relieve toma la crueldad y la intransigencia del padre, y de la madre, pues el escrito inculpa a los dos, al saber que tiempo después ese Manuel García otro García, no el padre de Raúl, del que antes se habló, llamado José, también casado con una hermana de Martí que tantos golpes le costó a la joven novia, se casó con ella. Y un hijo de ese matrimonio, Alfredo, fue el primero de la familia que marchó a la guerra cuando tuvo noticia de la muerte del tío.

Don Mariano era en los días de esta actuación judicial celador en Guanabacoa, y no le convenía un escándalo público, por lo que accedió, según se lo ordenaban, al depósito de la hija. Por otra parte, en La Habana habían empezado los disturbios por la Guerra Grande, y el hijo ya tenía publicado su primer trabajo político en El Diablo Cojuelo, y en La Patria Libre el poema dramático "Abdala". La torpeza del padre no pudo impedirle ver el conflicto que se avecinaba: a Mendive ya le habían clausurado el colegio y lo condenaron a cuatro años de destierro.

Dos meses después del depósito de Leonor, entraba Martí en la cárcel... Fue entonces cuando cambiaron las relaciones entre el padre y el hijo. Jamás volvería Martí a hablar mal de él: a partir de aquella desgracia, todo serían elogios: nuevos símbolos habían subido a escena: muy pronto recordará en su acusación contra España, en El presidio político en Cuba: "... Mi patria me había arrancado de los brazos de mi madre, y señalado un lugar en su banquete. Yo besé sus manos y las mojé con el mismo llanto de mi orgullo, y ella partió, y me dejó abandonado a mí mismo..." Y el padre, como en catarsis de una tragedia, viviría ya para siempre callado, con la cabeza baja. Ése Mariano Martí es el que se conocía, especie de Cirineo, que le ayudó al hijo a llevar la cruz; es el "santo sencillo de la barba blanca", de que nos hablan sus versos; es el "hombre admirable" que le describe en una carta a su hermana Amelia; es el que lo angustia al saberlo enfermo, poco antes de su muerte, en 1887, por lo que le escribe a Manuel Mercado, su amigo mexicano:

No sé cómo salir de mi tristeza. Papá está ya tan malo que esperan que viva poco. ¡Y yo, que no he tenido tiempo de pagarle mi deuda vivo! No puede Ud. imgainar cómo he aprendido en la vida a venerar y amar al noble anciano, a quien no amé bastante mientras no supe entenderlo. Cuanto tengo de bueno, trae su raíz de él. Me agobia ver que se muere sin que yo pueda servirlo y honrarlo...

Sí, mucho de lo que tenía el hijo "de bueno" pudo tener "su raíz" en padre, del padre que fue después del presidio político, pero del otro Mariano Martí, del pendenciero, el esclavista y el abusador, del que nos descubren estos documentos, sólo debió llegarle al hijo pena y vergüenza.

Don Mariano Martí, poco antes de su muerte, en 1887, en el retrato que tenía el hijo en su oficina.

Hay un pasaje en la obra de Martí que deja ver el cambio de don Mariano, la transformación después de presenciar los sufrimientos del hijo. Es un artículo que apareció en Patria el 14 de marzo de 1893; hablaba de los españoles, enemigos de la independencia, sembrando desconfianza entre los emigrados, y se nota cómo se le va la pluma al recuerdo de aquella transformación: ahora podemos entenderlo en toda su amplitud; escribió:

En el hogar, en las horas comunes, el padre exasperado por las faenas de la vida [del comerciante y del policía], encuentra en todo falta, regaña a la santa mujer [a la esposa], habla con brusquedad al hijo bueno [a Martí], echa en quejas y dudas de la casa [a Leonor, la hija] que no las merece el pesar y la cólera que ponen en él las injusticias del mundo [los fracasos del propietario y del esclavista]; pero, en el instante en que pasa por el hogar la muerte o la vida, en que corre peligro alguno de aquellos seres queridos [Martí condenado a seis años de presidio] del pobre hombre áspero, el alma entera se le deshace de amor por el rincón único de sus entrañas, y besa desolado las manos que acusaba y maldecía tal vez un momento antes [como en la visita del padre que cuenta en El presidio político, cuando vio a don Mariano abrazado a las llagas del preso: "día amarguísimo aquél..."].

"CIELO NEGRO, SOL PUESTO, AGUAS SALOBRES"

Pudo don Mariano decir como el verso de Ismaelillo, "¡Hijo soy de mi hijo!/¡Él me rehace!", que seguía aquel otro de William Wordsworth, en "The Rainbow", donde aparece la misma idea: "The child is father of the man..." La conducta ejemplar de Martí hizo nacer en el padre otra persona: Después del presidio político, dejó él de vestir el uniforme militar, se refugió en el silencio, y, cuando pudo reunirse con el hijo que había terminado sus estudios en España, se fue a México con la familia.

Entre los papeles que me entregó poco antes de morir mi amigo y maestro Félix Lizaso, había uno que creo le había facilitado José de J. Núñez y Domínguez, el erudito martiano de México. Con la información que ellos contienen me ha parecido oportuno terminar este capítulo. Es una nota publicada en el periódico La Iberia, de México, con fecha 30 de diciembre de 1874, que deja ver el infausto destino de don Mariano. Bajo el título de "Familia Desgraciada", dice así:

Es una familia española, compuesta de los padres y varios hijos. Careciendo enteramente de recursos, ha tenido además la desgracia de que las enfermedades se hayan ensañado en ella. No tiene qué comer, no tiene qué vestir, no tiene con qué curarse, y la miseria la devora. La Sociedad de Beneficencia Española le dará algo, pero como tiene tantos necesitados a quienes socorrer, no podrá ser mucho; y por este motivo algunas personas que conocen a esa familia y han visto sus padecimientos, han venido a pedirnos dos cosas: primera, que digamos la residencia de esa familia por si alguna persona caritativa quiere enviarle algún auxilio; segunda, que abramos una suscripción en la redacción de La Iberia. Pues bien, la familia vive en el Puente del Santísimo núm. 1. Ya la suscripción abierta está. Dios quiera que sirva de algo para que llegue algún consuelo a esa familia desolada. La Iberia. Director, Propietario y Responsable, Anselmo de la Portilla.

El día 19 de enero de 1875, otra nota del mismo periódico se refiere a "la suscripción abierta en La Iberia para el Sr. Martí", y sigue una relación de nombres y limosnas que suman la cantidad de "$72.50..."

En aquella miseria había muerto la hermana más querida de Martí, Ana (María Salustiana), el 5 de enero. El certificado dice que murió de una "afección orgánica del corazón", pero es muy posible, por lo que ahora sabemos, que haya sido también de hambre. Martí llegó a México a mediados del siguiente mes, y pudo sacar a la familia de tanta pobreza cuando empezó a trabajar en la Revista Universal. Con esta información, de la que asimismo jamás habló directamente Martí, se explica la gratitud que sintió por "un favor tristemente particular" del "varón angélico, el asturiano Anselmo de la Portilla", como en una ocasión lo llamó; y se entienden mejor las quejas de sus versos por la pobreza de la familia; dijo en los primeros que publicó al llegar a México, afligido también por la muerte de la hermana, en "Mis padres duermen": "¡Oh, sueño de los pobres,/Los ignorados héroes de la vida,/Los que han sólo en la ruta sin medida/Cielo negro, sol puesto, aguas salobres!"

CONCLUSIÓN

A mediados de 1883 Martí invitó a su padre a Nueva York. Poco antes de su regreso a La Habana, un año más tarde, Martí hizo la reseña de un libro sobre las leyes de herencia; planteaba su autor, basado en un determinismo absoluto, que nada hay verdaderamente imprevisible en la prole: "Dadme tres generaciones de parientes", decía, "y os daré todas las cualidades de su descendiente." Martí, por supuesto, no aceptaba tan estrecho razonamiento, y podemos imaginarlo en su casa de Brooklyn, en aquella noche de primavera en que escribía, escrutando al padre y pensando en su niñez al afirmar: "Esta teoría es errónea, puesto que se ven surgir, sin transición ni antecedencia, sin progresión ni acumulación visible, de vientres bastos como una cueva de troglodita, espíritus lucientes..." Reconocía, sin embargo, que "quedan en el espíritu del hombre las huellas del carácter de sus padres", pero, ¿qué decir, se pregunta, "de esas criaturas dotadas de cualidades excelsas opuestas a las ruines de sus padres, como si fueran indignaciones vivas de la naturaleza, y enseñanza de que las criaturas no engendran sus semejantes, sino sus opuestos?" Y concluye con esta ilustrativa y poética comparación: "Las cualidades de los padres quedan en el espíritu de los hijos como quedan los dedos del niño en las alas de la fugitiva mariposa..."

También don Mariano, sin imaginarlo jamás, "como quedan los dedos del niño en las alas de la fugitiva mariposa", dejó sembrado en el hijo el impulso por el que llegó a preferir, antes que el "yugo" del "manso buey", "la estrella que ilumina y mata".

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