“CUBA: PAÍS DE INVERSIÓN” Cumple ahora cuarenta años un libro que en su esencia pudieran reimprimir hoy los gobernantes de Cuba, tan dispuestos a vender barata la isla para mantenerse en el poder. Fue publicado en 1958 por la “Cámara de Comercio de la República de Cuba; era un Directorio comercial e industrial y lo titularon Cuba: país de inversión. Ya se han quedado atrás los pujos y los desplantes anticapitalistas de Castro, a fin de acomodar su socialismo de salón al desbocado neoliberalismo que hoy impera en el mundo. Para engañar al cubano y complacer a los estalinistas regados en el mundo, alguna vez se pone la máscara del antiimperialismo y denuncia lo que le conviene. La vertiente totalitaria del marxismo-leninismo ha quedado para la población, para limitarle toda libertad; y la vertiente individualista del oportunismo, operando a espaldas de la colectividad, para la cúpula del poder, dispuesta a aprovechar la lujuria del dólar, siempre listo a medrar con la pobreza de un pueblo. También se cumplen ahora los cuarenta años del juramento de Castro en la Sierra Maestra, en la carta a Celia Sánchez en la que le decía por los ataques de los aviones de Batista: "Me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta de que ese va a ser mi destino verdadero". Y la mejor vía para cumplir su particular juramento no fue otra que entregar la nación al hegemonismo soviético. Pero con el descalabro del mundo socialista se le ha torcido el “destino” a Castro, y ya los americanos no "van a pagar bien caro" su comportamiento imperial toda vez que, en la actualidad, lo que quiere es que inviertan en el país las empresas yanquis. Han dado los periódicos de estos días la noticia de que, después de un aperitivo en Cancún, México, auspiciado por la firma Alamar Associates, radicada en Washington, un grupo de empresarios norteamericanos fue a La Habana. Actuaron como anfitriones varios miembros de la plana mayor del castrismo, los privilegiados de la “Nueva Clase”: Alarcón, Lage, Osmani Cienfuegos... Las compañías allí presentes, ansiosas del pesebre cubano, eran, entre otras, la Caterpillar (con oficinas en Peoria, Illinois), que fabrica tractores; las de gasolina y lubricantes: la Mobil Oil (de Fairfax, Virginia) y la Texaco (de Harrison, New York); las de productos farmacéuticos: la Pharmacia & Upjohn (de Atlanta, Georgia) y la Bristol-Meyers Squibb (con oficinas en New York). Algunas de éstas, en “la república mediatizada”, habían hecho negocios. Como se ve en el directorio telefónico de La Habana, cuyos anuncios aquí se reproducen: a la Caterpillar la representaba la casa Horter, en Obispo número 61; a la Mobil Oil, la Compañía Electric de Cuba, en Rayo número 11; los almacenes de la Texaco estaban en la calzada de Concha número 554; y la Squibb tenía sus oficinas en Ayestarán número 239. No deben los cubanos olvidar esas marcas. Y las organizaciones de Derechos Humanos deben escribirle a los directores de dichas empresas, o a sus representantes en las distintas ciudades de los Estados Unidos y en el mundo, para que usen sus cariñosas relaciones con el régimen de La Habana e intercedan en favor de los presos políticos (entre otros, de los autores del valiente documento "La patria es de todos": Vladimiro Roca, Marta B. Roque, Félix Bonné y René Gómez Manzano), de los disidentes que sufren persecución, y de todo el pueblo de Cuba, víctima de los abusos, mentiras y disparates del castrismo. En particular se le debe escribir a Mr. William Lane, director de la oficina en Washington de la Caterpillar, y también director de la organización “USA Engage”, cuya labor consiste en extender los tentáculos de los monopolios que representa por todo el mundo.
Se lee en ese curioso Directorio, no lejos de los argumentos que usa Castro en la actualidad para atraer al inversionista: "La abundancia de mano de obra es uno de los recursos de que más liberalmente dispone Cuba. Como consecuencia del crecimiento demográfico, anualmente se aumenta la población trabajadora… Desde el punto de vista del capital privado, la abundancia de mano de obra… presenta un cuadro muy halagador al inversionista particular..." Hoy la "explotación del hombre", es por el Estado. De eso es de lo que se quieren aprovechar la Caterpillar, la Mobil Oil, la Texaco, la Bristol-Meyer Squibb, la Pharmacia & Upjohn y cuantas empresas husmean ganancias por la esclavitud laboral. Antes, por lo menos, el obrero ganaba un sueldo en moneda a la par del dólar; ahora le pagan en pesos cubanos que no le alcanzan para vivir, y menos para disfrutar de las esferas dolarizadas a la que tienen acceso sólo gente como los ejecutivos de esas casas comerciales y los turistas de todas partes —comidas, hoteles, medicinas, transportes, objetos de uso personal— siempre lo mejor de lo que dispone país. El fracasado experimento marxista-leninista de Cuba puede repetir el viejo dicho con el que se expresa la inutilidad de un esfuerzo: “Tanto nadar para venir a morir en la orilla”. Castro y los suyos han dilapidado fortunas en aventuras internacionalistas que sólo consiguieron desacreditar los movimientos de izquierda de la América Latina y del resto del mundo, y entretener el hedonismo del “máximo líder”. Antes de llegar al poder, como sólo habían practicado el arte de la violencia, los recursos del gángster y del bandolero, tuvieron que recurrir a los comunistas del patio y a la arrogante ignorancia de Ernesto Guevara para dirigir la economía. Los billones de subsidio soviético y los casi cuarenta años de gobierno, en manos de gente medianamente capaz y preocupada por el pueblo, hubieran hecho del país, como una vez se quiso, “la Suiza de América”. Pero, ante el fracaso, andan hoy esos pelucones de cuello y corbata por el mundo, sombrero en mano, mendigando inversiones que los libre del diluvio. Y Raúl Castro se fue al oriente (China) para orientarse, pero nada logró porque en Cuba no se atreven a hacer los cambios necesarios. Le tienen miedo, pánico, a que alguien pueda hacerse rico —siempre es más fácil controlar a un pueblo con hambre que a un pueblo satisfecho y feliz. Y ahora prueban a los militares como directores de empresas, como se fuera lo mismo manejar una ametralladora que dirigir una industria. Y en la desesperada búsqueda de inversiones han convertido a Cuba en una gigantesca jinetera: “Tanto nadar para venir a morir a la orilla”. Cuba ha de ser mucho más que un "país de inversión", como ahora quieren los revisionistas del socialismo. Antes había inversiones a gran escala (excesivas, sin duda), y ahora las hay ridículas, leoninas y humillantes, con un puñado de aventureros que en su momento tendrán que responder ante sus accionistas del disparate de invertir en el mismo lugar y bajo el mismo gobierno que les robó, y expuestos a cargar con una responsabilidad criminal por la ayuda que le están prestando a la tiranía. Llegará un tiempo en que Cuba esté, como la pensó el Papa en su reciente visita, “Abierta al mundo, en un mundo también abierto a Cuba”, promesa en la que otra vez seguía el pontífice a Martí, quien también quiso crear una república "justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para el bien de todos"; ni para la dirigencia comunista, ni para una decadente burguesía; ni para los extranjeros, por muchas inversiones que traigan, sino “para el bien de todos” los cubanos. |
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