MARTÍ ANTIIMPERIALISTA
Han estado en Cuba durante mucho tiempo buscando con inútil afán las huellas de Marx o los anuncios de Lenin en Martí para justificar los abusos y los errores de los gobernantes. Actuaban así por la encomienda oficial de "auspiciar el estudio de la vida, la obra y el pensamiento de José Martí, desde el punto de vista de los principios del materialismo dialéctico histórico..." Ahora, ante el descrédito marxismo-leninismo, en parte han abandonado ese objetivo, pero, con el mismo impulso falsificador pretenden demostrar que el también fracasado totalitarismo que practican en Cuba es la culminación del anhelo martiano para el país.
En vez de tan absurdas tareas bien podían dedicarse a difundir la verdadera doctrina de Martí, a mejorar la presentación de sus Obras Completas y pasarlas a un CD-ROM orientado a texto que permita localizar en ellas vocablos y temas. Otra labor de utilidad sería que recogieran las versiones desconocidas de sus escritos, como la que motiva el presente trabajo.
Martí enviaba a veces sus artículos a más de un periódico. Se veía así en la necesidad de copiarlos y, al volver sobre ellos, con frecuencia los alteraba suprimiendo o añadiendo pasajes. En algunas ocasiones esas variantes contienen no sólo aciertos de estilo sino también ideas y juicios que facilitan el entendimiento del político, del crítico y del pensador. Parte del que aquí se reproduce es producto de una de esas adiciones. En 1889 había escrito para La Nación, de Buenos Aires, un artículo sobre lo que proyectaban los Estados Unidos con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. Diez días más tarde copió el trabajo para El Partido Liberal, de México, pero se le ocurrió añadirle un pasaje con una de sus más concisas observaciones sobre el imperialismo norteamericano: sus orígenes en la superproducción industrial, la competencia con Europa para controlar los mercados de Hispanoamérica, y el modo de impedir la explotación de los países subdesarrollados por el poderoso vecino; escribió:
... No es hora ésta para los Estados Unidos de perder el crédito y quedar como menores ante los pueblos americanos a quienes quieren vender lo que les sobra, aunque con más Monroe de lo que fuera menester... Ya es mucha la firmeza con que la gente proteccionista, del Este al Oeste, habla de su derecho a tener la América como mercado natural, como que les es más llano proclamar una doctrina que les favorece, y les halaga las vanidades de pueblo mayor, que reconocer que por la torpeza de su economía pública han llegado a producir más de lo que venden. ¡Lo que estos proteccionistas de acá quisieran de veras, aunque traigan enguantada la mano, sería valerse del crédito del nombre norteamericano en los pueblos de otra habla y de la infelicidad de los pueblos pordioseros!..
Y el riesgo no está en que los busquen por buenos caminos, que para tratar están los hombres y las repúblicas, para verse con amistad, sobre todo cuando no pudieran negarse a ello sin peligro; sino en que hay entre estos comerciantes quienes no querrían tomarse el trabajo de conquistar y merecer la confianza del comprador que apetecen y necesitan, sino tomárselos en hipoteca so capa de ideas continentales e ideas republicanas, para que traten con ellos solos, y si trataren con alguien más, les paguen multas.
Esta opinión temible cunde de mar a otro, sin que se le oponga el remedio natural, que es estar incesantemente ante este pueblo como en verdad ya se es en aquéllos que sin causa desdeña. Porque con la razón se puede mucho en un país de razón; y con la energía se le para la mano a un pueblo viril, que respeta al que se le muestra digno de medirse con él; pero quien ve crecer la necesidad y la energía en un pueblo a cuya fuerza y recursos no habrá dentro de poco límite humano, sabe, y ha de decir, que no se le debe mantener en la ignorancia continua ... de los adelantos verdaderos, de las luchas legítimas, de la actividad patente de aquellas tierras que los más tienen aquí por países de morral y zurrón...
Martí fue un fervoroso antiimperialista. Pocas horas antes de su muerte dijo que quería impedir con la independencia de Cuba que se extendieran por las Antillas los Estados Unidos y cayeran, "con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América". Ninguna otra posición suya ha sido manejada con tanto fruto por los marxistas, aunque de hecho el antiimperialismo de Martí incluye también al del marxismo-leninismo, a pesar de que lo disfracen como "movimientos de liberación nacional".
Desde la Universitas Christiana de Carlos V, que pretendió imponer la religión católica en todo el universo ("No los lleva la cristiandad/Sino el oro y la codicia,"dice el auto El Nuevo Mundo, de Lope de Vega) hasta "la misión civilizadora" de la "raza anglo-sajona", resumida hace un siglo por Rudyard Kipling en "The White Mans Burden"; y el expansionismo de los países del Eje en la última Guerra Mundial; y, entre otras, la invasión del Tibet y parte de Asia por los comunistas chinos, y la ocupación del Este de Europa por los soviéticos, y luego de los territorios de África usando a Cuba mercenaria; el imperialismo, en su esencia, no es más en las palabras del economista inglés John A. Hobson en Imperialism: A Study (1902), a quien Martí se adelantó y a quien sin fortuna copió Lenin que "la inmoral actividad de una nación, impuesta por intereses egoístas que generan la ambición de engrandecimiento y la voluntad de dominar por la fuerza... Su práctica significa la renuncia de valores nacionales e individuales y el sometimiento de la razón a los más torpes instintos del ser humano".
Por el hábil manejo del término, sin embargo, con la magia marxista, el imperialismo ha llegado a significar de manera exclusiva la opresión capitalista de los países pobres, siguiendo la teoría de Lenin en 1916, en El imperialismo, fase superior del capitalismo. Así entendido no puede ser comunista el imperialismo, pero a los efectos prácticos esa arbitraria interpretación se convierte en una cortina de humo que esconde la voluntad hegemónica de cualquier país por motivos políticos, económicos, militares o ideológicos. ¿Que diferencia básica hay entre William Walker, el filibustero que a mediados del pasado siglo, con armas de los Estados esclavos del Sur o del magnate del transporte Cornelius Vanderbilt, ocupó Nicaragua para someter la América Central a los intereses del capitalismo norteamericano, y cuyo fracaso le costó la vida en Honduras, en 1860, y Ernesto Guevara, al servicio del "internacionalismo proletario", armado por la Unión Soviética a través de su colonia en Cuba, quien se propuso con "dos o tres Vietnams" desplazar al otro imperio, y someter a Hispanoamérica a los Soviets, y cuyo fracaso le costó la vida en Bolivia 107 años después que a William Walker?
Con otras prédicas también hoy oportunas, se debe destacar en Martí su antiimperialismo radical, para que al fin disfrute su patria de una soberanía plena, sin las limitaciones que por medio de sus procónsules le impuso el imperialismo de España, el de los Estados Unidos, y el de la Unión Soviética.
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