JOS� MART�

IDEARIO

Carlos Ripoll

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NORMAS DE CONDUCTA Y VALORES DEL ESP�RITU

22. El ego�smo es la mancha del mundo, y el desinter�s su sol. En este mundo no hay m�s que una raza inferior: la de los que consultan, antes que todo, su propio inter�s, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia o peculio: ni hay m�s que una raza superior: la de los que consultan, antes que todo, el inter�s humano.

23. Vivir en estos tiempos y ser puro, ser elocuente, bravo y bello, y no haber sido mordido, torturado y triturado por las pasiones; llevar la mente a la madurez que ha menester, y guardar el coraz�n en verdor sano; triunfar del hambre, de la vanidad propia, de la malquerencia que engendra la val�a, y triunfar sin oscurecer la conciencia ni mercadear con el decoro; bracear, en suma, con el mar amargo, y dar miel de los labios generosos, y beber de aire y agua corrompidos, y quedar sano: �he ah� maravillas!

24. La pasi�n es una nobleza. Los apasionados son los primog�nitos del mundo. Los fuertes dominan la pasi�n; pero en cuanto logran extinguirla, cesan de ser fuertes.

25. La honradez debiera de ser como el aire y como el sol, tan natural que no se tuviera que hablar de ella.

26. El ego�smo aconseja la abnegaci�n. Pred�quese insaciablemente, y ay�dese el afianzamiento de los caracteres. Cre�se en la perpetua vida, que a cada hombre asegura en estaci�n futura el premio de los sacrificios que se imponen en �sta. H�gase preceder el dolor al placer, porque est� en la naturaleza que vayan siempre equilibrados, y cuando con aqu�l no se merece �ste, �ste se paga luego con aqu�l. Empleen los mejores, por la mente y por la ternura, aunque sea con da�o propio y angustia, sus fuerzas todas en levantar a su nivel la gente m�nima que no sabe y no ama. Y as�, procurando la felicidad universal venidera, se asegura y avecina la felicidad propia.

27. No basta nacer: es necesario hacerse. No basta ser dotado de esa chispa m�s brillante de la divinidad que se llama talento: es preciso que el talento fructifique, y esparza sus frutos por el mundo.

28. Nosotros encendemos el horno para que todo el mundo cueza en �l pan. Yo, si vivo, me pasar� la vida a la puerta del horno, impidiendo que le nieguen pan a nadie, y menos, por la lecci�n de la caridad, a quien no trajo harina para �l.

29. Raro don, don excelso, es la justicia. Todo hombre tiene un poco de le�n, y quiere para s� en la vida la parte del le�n. Se queja de la opresi�n ajena; pero apenas puede oprimir, oprime. Clama contra el monopolio ajeno; pero apenas puede monopolizar, monopoliza. No en balde, cuando el Libro de los hebreos quer�a dar nombre a un var�n admirable, lo llamaba "un justo. " No desearlo todo para s�; quitarse algo de s� para que toquen a igual parte todos, es valor que parece heroico a juzgar por el escaso n�mero de los que dan prueba de �l.

30. Es necesario poner de moda la virtud.

31. Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede m�s que un ej�rcito.

32. �No hay horas de bestia en el ser humano, en que los dientes tienen necesidad de morder, y la garganta siente sed fat�dica, y los ojos llamean, y los pu�os crispados buscan cuerpos donde caer? Enfrenar la bestia, y sentar sobre ella un �ngel, es la victoria humana.

33. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la raz�n, el conocimiento de la armon�a del universo, y la pr�ctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallar�: que despu�s de haber gustado todas las copas de la vida, s�lo en �sas se encuentra sabor.

34. Tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida. El dar la vida s�lo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.

35. Sin pan, se vive: sin amor, no. No ha de desperdiciarse ocasi�n alguna de consolar toda tristeza, de acariciar la frente mustia, de encender la mirada l�nguida, de estrechar una mano caliente de amor. Perpetua obra, obra de todo instante es la ternura.

36. El talento viene hecho y trae consigo la obligaci�n de servir con �l al mundo, y no a nosotros, que no nos lo dimos. De modo que emplear en nuestro beneficio exclusivo lo que no es nuestro, es un robo. La cultura, por lo que el talento brilla, tampoco es nuestra por entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos. Es un ladr�n el hombre ego�sta.

37. Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen. Y la pelea del mundo viene a ser la de la dualidad hind�: bien contra mal.

38. Es preciso hacer bien, aun despu�s de haber muerto. Por tanto, escribo.

39. El que pudo ser antorcha, y desciende a ser mand�bula, deserta.

40. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.

41. El ni�o, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El ni�o que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un brib�n, y est� en camino de ser brib�n.

42. �En qu� pa�s no cr�a fieras el odio?

43. El h�roe lo es m�s mientras menos le amarga el sacrificio la ingratitud humana.

44. La humanidad no se redime sino por determinada cantidad de sufrimiento, y cuando unos la esquivan, es preciso que otros la acumulen, para que as� se salven todos.

45. El que haya puesto los ojos en las entra�as universales, y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepci�n, est� del lado del deber. Y si falla, es que el deber no se entendi� con toda su pureza, sino con la liga de las pasiones menores, o no se ejercit� con desinter�s y eficacia.

46. Cada ser humano lleva en s� un hombre ideal, lo mismo que cada trozo de m�rmol contiene en bruto una estatua tan bella como la que el griego Praxiteles hizo del dios Apolo.

47. Es deber del hombre levantar al hombre: se es culpable de toda abyecci�n que no se ayuda a remediar: s�lo son indignos de l�stima los que siembran traici�n, incendio y muerte por odio a la prosperidad ajena.

48. Bajo la levita cruzada como bajo la camisa infeliz caben igualmente el ap�stol y el bandido.

49. Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agon�a cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en s� el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.

50. Todo hombre est� obligado a vencer su amargura.

51. Esta es guerra leg�tima, la �ltima acaso esencial y definitiva que han de librar los hombres: la guerra contra el odio.

52. Por maravillosa compensaci�n de la naturaleza aqu�l que se da, crece; y el que se repliega en s�, y vive de peque�os goces, y teme partirlos con los dem�s, y s�lo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad, y lleva en el pecho todas las canas del invierno, y llega a ser por dentro, y a parecer por fuera, insecto.

53. Nadie debe morirse mientras pueda servir para algo, y la vida es como todas las cosas, que no debe deshacerlas sino el que puede volverlas a hacer. Es como robar deshacer lo que no se puede volver a hacer. El que se mata, es un ladr�n.

54. Cada hombre que nace es una raz�n para vivir.

55. La moral es la base de una buena religi�n. La religi�n es la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso est� entra�ado en el ser humano. Un pueblo irreligioso morir�, porque nada en �l alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan de ella; es necesario que la justicia celeste la garantice.

56. La idea no disculpa nunca el crimen y el refinamiento b�rbaro en el crimen.

57. Es natural y humano que el hombre piense constantemente en s�, aun en sus actos de mayor abnegaci�n y descuido de s� propio, y procure conciliar su adelanto personal y la utilidad p�blica, y servir a �sta de modo que resulte aqu�l favorecido, o no muy da�ado.

58. El g�nero humano no tiene m�s que una mejilla: �dondequiera que un hombre recibe un golpe, todos los dem�s hombres lo reciben!

59. Los hombres siempre se est�n cayendo, es verdad, pero ven a uno que anda firme, y de la verg�enza todos siguen andando.

60. S�lo en el cumplimiento triste y �spero del deber est� la verdadera gloria. Y aun ha de ser el deber cumplido en beneficio ajeno, porque si va con �l alguna esperanza de bien propio, por leg�timo que parezca, o sea, ya se empa�a y pierde fuerza moral. La fuerza est� en el sacrificio.

61. No hay m�s modo de salvarse que moderar las necesidades. La sobriedad es la virtud. El que necesita poco es f�cilmente honrado.

62. El que ama, es oro. El que ama poco, con trabajo, a rega�adientes, contra su voluntad, o no ama, no es oro. Que el amor sea la moda. Que se marque al que no ama para que la pena lo convierta.

63. Duro en el pecado y blando con el pecador.

64. Los ego�stas no saben de esa luz, ni reconocen en los dem�s el fuego que falta en ellos, ni en la virtud ajena sienten m�s que ira, porque descubre su timidez y averg�enza su comodidad. Los ego�stas, frente a su vaso de vino y panal, se burlan, como de gente loca o de poco m�s o menos, como de atrevidos que les vienen a revolver el vaso, de los que, en aquel instante tal vez, se juran a la redenci�n de su alma ruin, al pie de un h�roe que muere, a pocos pasos del panal y el vino, de las heridas que recibi� por defender la patria.

65. La grandeza moral absoluta, que es cosa del cielo, suele ser justamente crimen en la historia, que es cosa de los hombres.

66. Un hombre no es una estatua tallada en un peso duro, con unos ojos que desean, una boca que se relame, y un diamante en la pechera de plata. Un hombre es un deber vivo; un depositario de fuerzas que no debe dejar en embrutecimiento, un ala.

67. Qu� arrogante obra puede hacerse echando a andar juntos por la vida a tres seres que sobre ella piensen distintamente: el uno, dado como el brahm�n y el morabito al culto imposible de la verdad absoluta; el otro, al inter�s exuberante; y el tercero, encerrando un esp�ritu de brahm�n en las c�rceles de la raz�n prudente; y yendo por la vida, como yo voy, triste y seguro de la no recompensa, sacando d�a a d�a de una roca siempre perezosa el agua fresca.

68. Son como siempre los humildes, los descalzos, los desamparados, los pescadores, los que se juntan frente a la iniquidad hombro a hombro, y echan a volar con sus alas de plata encendidas, el Evangelio. La verdad se revela mejor a los pobres y a los que padecen. Un pedazo de pan y un vaso de agua no enga�an nunca.

69. S�lo los que desesperan de llegar a las cumbres quieren echar las cumbres abajo. Las alturas son buenas, y el hombre tiene de divino lo que tiene de capaz para llegar a ellas; pero son propiedad del hombre las alturas, y debe estar abierto a todos su camino.

70. Ser hombre es en la tierra dificil�sima y pocas veces lograda carrera.

71. A la ra�z va el hombre verdadero. Radical no es m�s que eso: el que va a las ra�ces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo.

72. El dolor excesivo empuja el alma a las resoluciones grandes. Los cobardes dan en la boca de una pistola, y con el humo de la p�lvora se desvanecen. Los en�rgicos, aunque desgran�ndose en lo interior, como un rosario al que se rompe el hilo, echan manos a la espada, al arado o a la pluma, y con las ruinas de s� mismos, fundan. El hombre tiene que ser abatido, como una fiera, antes de que aparezca el h�roe.

73. Emplearse en lo est�ril cuando se puede hacer lo �til; ocuparse en lo f�cil cuando se tienen br�os para intentar lo dif�cil, es despojar de su dignidad al talento. Todo el que deja de hacer lo que es capaz de hacer, peca.

74. Todo hombre es la semilla de un d�spota; no bien le cae un �tomo de poder, ya le parece que tiene al lado el �guila de J�piter, y que es suya la totalidad de los orbes.

75. Ahora se necesitan m�s que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en �l de crudo y vil.

76. El que dominando su dolor o inter�s saca un instante la cabeza por sobre las de los hombres, y los ve en marcha, en marcha como un ej�rcito, aunque ac� sigan alegres a Catilina y m�s all� vuelvan la espalda a Dem�stenes, bien podr�a tenderse a morir, satisfecho de sus compa�eros de batalla. El hombre es feo; pero la humanidad es hermosa.

77. El talento la naturaleza lo da, y vale lo mismo que un albaricoque o una nuez; pero el car�cter no; el car�cter se lo hace el hombre; y con su sangre lo anima y colora, y con sus manos lo salva de tentaciones que, como sirenas, le cantan, y de riesgos que, como culebras, lo vahean; el car�cter s� es motivo de orgullo, y quien lo ostenta, resplandece.

78. Todo es el valor moral con que se encare y dome la injusticia aparente de la vida; mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano y fuerte que leer, un rinc�n de monte, una mujer buena, un verdadero amigo, tendr� vigor el coraz�n sensible para amar y loar lo bello y ordenado de la vida.

79. Otros hombres famosos, todos palabra y hoja, se evaporan. Quedan los hombres de acto; y sobre todo los de acto de amor. El acto es la dignidad de la grandeza.

80. El deber es feliz, aunque no lo parezca, y el cumplirlo puramente eleva el alma a un estado perenne de dulzura. El amor es el lazo de los hombres, el modo de ense�ar y el centro del mundo.

81. Ha de desearse, y de ayudar a realizar, cuanto acerque a los hombres y les haga la vida m�s moral y llevadera.

82. Hay hombres ardientes en quienes, con todos los tormentos del horno, se purifica la especie humana.

83. A la mesa del castigador no puede sentarse con honra, sino sin honra, el hermano del castigado.

84. El hombre tiene necesidad de venerar. Goza en olvidar lo impuro. Exagera, como si necesitase de �l, lo puro.

85. De veras que hablan los hombres demasiado de peligros. �Esp�ntense otros de los riesgos sanos y naturales de la vida; nosotros no nos espantaremos! Nace el guao en el campo del hombre laborioso, y silba la serpiente desde sus agujeros escondidos, y brilla el ojo de la lechuza en los campanarios; pero el sol sigue alumbrando los �mbitos del cielo, y la verdad contin�a inc�lume su marcha por la tierra.

86. Puesto que hay tanto hombre boca, debe haber de vez en cuando un hombre ala.

87. La vida se ha de llevar con bravura, y a la muerte se la ha de esperar con un beso.

88. Los hombres no perdonan jam�s a aqu�llos a quienes se han visto obligados a admirar.

89. El hombre acaba por envilecerse, y la mujer por afearse, cuando no templa de vez en cuando el amor exclusivo a su bienestar con el espect�culo de la desdicha ajena. S�lo es feliz el bueno.

90. El h�bito de pensar en alta voz, y de tener al aire las ideas, que a menos que no resulte hecho de miasma el hombre, ha de bastar, en lucha igual, para irlo poniendo, de pelda�o en pelda�o, donde no tenga, para vivir en casa limpia, que salir por el mundo alquilando el lomo o devorando semejantes. Trabajar es lo verdadero, y decir sin miedo lo que se piensa: he ah� las dos ra�ces.

91. Unos tienen el ojo para lunares, y cuando ven cosa bella, airados de que lo sea, buscan col�ricos la mancha o defecto, y gozan cuando la hallan, que son las almas ruines. Otros tienen ojos para las bellezas, y se dan prisa en cubrir los lunares que ven, por no ver m�s que la hermosura, y son las almas grandes.

92. El rinc�n de la casa es lo mejor, con la majestad del pensar libre, y el tesoro moderado de la honradez astuta, y un coro amigo junto a la taza de caf�. Lo mejor no es el vicio del mill�n, con el crimen de salero y la prostituta de mostaza.

93. Los odiadores debieran ser declarados traidores a la rep�blica. El odio no construye.

94. El hombre virtuoso debe ser fuerte de �nimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los dem�s le ayuden, porque estar� siempre solo: �pero con la alegr�a de obrar bien, que se parece al cielo de la ma�ana en la claridad!

95. Los que quieren sacrificarse tienen por enemigos a los que no se quieren sacrificar; que les tiran piedras, por no verse obligados a seguir tras ellos, a sangrar con ellos, a empobrecerse con ellos, a abandonar como ellos la vida deshonrosa, de humillaci�n y complicidad, de sanci�n y acatamiento, de presencia culpable y de indigna sonrisa, a los pies de los que consumen el pan y corrompen el car�cter de su patria.

96. No se debiera escribir con letras, sino con actos.

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