Escritos Desconocidos de
José Martí

Carlos Ripoll

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POLÍTICA

  LA SESIÓN DEL CLUB BORINQUEN
  ANIVERSARIO SAGRADO
  LA PROCLAMACION
  DECLARACIONES DEL DELEGADO Y TESORERO
  EL DELEGADO EN FILADELFIA
  EL LUNES, A LAS 8 DE LA NOCHE, LOS CLUBS DE NEW YORK
  LOS JEFES CUBANOS Y EL PARTIDO REVOLUCIONARIO
  REUNIÓN PÚBLICA EN HARDMAN HALL. EL MARTES 31 DE ENERO
  LA REUNION PUBLICA
  EXPEDICIONES
  EN TRIUNFO
  LA CONFIRMACION SOLEMNE EN CAYO HUESO
  EL DIEZ DE OCTUBRE
  EL DIEZ DE OCTUBRE
  LA REUNIÓN DE LOS CLUBS
  MANIFIESTO AL PUEBLO DE LOS CUBANOS DE OCALA
  EN FILADELFIA. EN HONOR DE VALDES DOMINGUEZ
  EL 10 DE ABRIL, ANTE TAMPA
  LAS ELECCIONES DEL PARTIDO
  EL ADIÓS DEL GENERAL
  EN EL CAYO, EL 10 DE ABRIL
  POR LA REVOLUCIÓN
  SOBRE LA CARTA DE CUATRO CUBANOS AL SEÑOR ENRIQUE LOYNAZ
  LOS AUTONOMISTAS EN ESPAÑA
  ESPAÑA EN FILlPINAS


LA SESIÓN DEL CLUB BORINQUEN

Una asamblea fervorosa confirmó el 11 de marzo los acuerdos de la sesión inolvidable donde proclamaron su fe revolucionaria los hijos de Puerto Rico asilados en New York. El mismo lugar de la junta, con ser solemne, nada añadía a la imponente y sencilla nobleza de aquel acto. Hablan poco ahora los hombres: y lo que hablan es fuego.

Aprobó la asamblea un reglamento que fue declarado ejemplar y es prueba de a el valor del corazón que los pequeños o los celosos imprevisores censuran y por el cual se ha de medir la energía republicana de los pueblos; aclamaron como presidentes honorarios del Club a tres antillanos a quienes de muy atrás tiene unidos la mas estrecha simpatía nacida del anhelo común de ver entero al fin al hijo del país, en el goce de su bienestar y su decoro: a Ramón Betances, que como los persas antiguos, mantuvo abrigado durante el desierto, en el castillo de su corazón, el fuego de la patria; a Eugenio María Hostos, que va dando por América prueba viva de la fortaleza y orden superior a que puede llegar en los trabajos de la virtud; y a cubano que ama a Puerto Rico, a José Martí.

Luego, con fuerza y fe que hubieran sido lección suficiente a los enemigos naturales de lo desinteresado y grandioso, acordó el Club Borinquen confirmar su adhesión plena, adhesión de miembro activo e íntimo de la familia, al plan y a los estatutos del Partido Revolucionario Cubano.

(14 de Marzo de 1892)

ANIVERSARIO SAGRADO

La obra de los hijos, por presente que sea, no se ha de poner ante la de los padres. Hoy mismo se levantan con unanimidad ejemplar, los defensores todos de la revolución de Cuba, y proclaman que viven, aleccionados y prudentes, para concertar con la patria, sin violencia ni sorpresa, el modo de redimirla. Hoy mismo se alzan juntos, con la igualdad de la constancia y de las urnas, el general de la guerra de ayer y el adolescente de la guerra de mañana, los acomodados y los humildes del destierro, los ricos y los pobres. Hoy mismo se congregan, a proclamar la continuación de la obra, los leales de la guerra de Yara, los emigrados infatigables y expertos, los recién venidos que traen de Cuba la nueva dignidad. Hoy mismo proclaman los cubanos, con el Partido Revolucionario Cubano, su decisión de fundar en Cuba, no un pueblo de polvo y de componendas, hecho de ajustes falsos y de convicciones tardías, sino una república justa con toda la vida adentro, sin exageración de un solo derecho, y sin olvido de ninguno: la revolución que proclamaron en la Constitución del 10 de Abril nuestros padres. Otros la pusieron por sobre su cabeza, con manos mas flojas que leales, y la dejaron caer. Nosotros la levantamos. Y dejando para después la relación de nuestras obras, rendimos en el sagrado aniversario, con la publicación de la Constitución y el recuerdo de aquellos días, nuestro tributo enamorado de hijos.

(10 de Abril de 1892)

LA PROCLAMACIÓN

El salón rebosaba, y lo presidían las dos banderas juntas. Juan Fraga, el presidente electo del Cuerpo de Consejo de New York, declaró, de pie, oficialmente proclamado el Partido Revolucionario Cubano: es un manojo de floretes la palabra de Fraga. A su alrededor, en los asientos de la mesa, Sotero Figueroa, que preside a Borinquen y es secretario del Cuerpo de Consejo; Emilio Leal, el presidente del Club José Martí el organizador respetado; Gonzalo de Quesada, el presidente joven y amado de Cubanacán; Antonio Vélez Alvarado, vicepresidente de Borinquen; y Federico Sánchez, cabeza entusiasta de Los Pinos Nuevos; Rosendo Rodríguez, creador de Las Dos Antillas; justo Lantigua, el orador sincero y abundante.

¿Y se habrá de decir que en aquellas calientes improvisaciones, que tenían en realidad hermosura y visos de incendio, hubo, sin previo aviso, la unanimidad de las cañas, que ondean de un lado todas, buscando el sol u obedeciendo al viento? ¿Se habrá de decir que lo notable de aquella asamblea no era el entusiasmo verboso, sino lo necesario de cada palabra y lo macizo; no era la confianza aturdida y novel, sino la fe sensata de los patriotas expertos; no era el alocamiento revolucionario, sino la vigilante pasión de la república; no era el alarde, soberbio o receloso, de una clase social, sino la comunión sincera y magnífica de todas?

Que la patria es la casa de todos, y todos deben tener voz en ella; que la patria no es granjería, ni se debe vivir de ella, como el gusano del árbol, sino dársele entero, corno se da un padre a su hijo; que la patria no es ira, que excluya para siempre a los que pequen, ni barrio, donde no caben los que vivan fuera de él, sino corazón, donde caben todos; que el Partido no es un barco que va, a encallar en la playa, ni una red de Clubs de Cuba, a que entren en ellos con cadalso los espías, sino la emigración entera que se levanta, con el ánimo equitativo, y los métodos saneados por la experiencia, para fundar un pueblo americano.

Por José Martí habló Lantigua, un criollo de palabra romántica y mente real; por Mercedes Varona, con elegante discreción, habló Sotero Figueroa; de Las Dos Antillas llevó la voz, con sensatez singular en su discurso abundoso, el presidente Rosendo Rodríguez; los oradores de Borinquen fueron Antonio Vélez Alvarado, de párrafos fogosos y acometedores, de alma vibrante y nueva, y Francisco Gonzalo Marín, hombre de alta tribuna; por Cubanacán hablo, en sus estrofas austeras y encendidas, Gonzalo de Quesada; por el deseo de la asamblea habló, con enérgica e incisiva sobriedad, Benjamín Guerra. Pero el instante bello de la noche, cuando la proclamación pareció a todos completa y verdadera, fue cuando, con todo el brío del orador de raza, con todo el ímpetu y asiento de quien ni teme ni esconde, con aquella palabra de aire libre que pone la vida en las almas sinceras, narró Leopoldo Acosta los yerros pasados, acató el espíritu de república de esta nueva jornada, publicó la fe abierta y solemne de su corazón; y la sala entera, el abogado, el comerciante, el periodista, el ingeniero, el médico, se levanto a abrazar al orador obrero, al orador guajiro. ¡En estos tiempos andamos!

(16 de Abril de 1892)

DECLARACIONES DEL DELEGADO Y TESORERO

El Partido Revolucionario Cubano ha entrado de lleno, con la fuerza de todas las asociaciones antillanas independientes de fuera de la Isla, a cumplir, con el espíritu democrático de su constitución y la energía, vigilada de cerca, que le permiten sus estatutos, el deber ineludible de los emigrados de disponer con orden y afecto los elementos dispersos de la revolución, cuya obra común y preparada de antemano reducirá los peligros y aumentara las probabilidades de éxito de la guerra inevitable, el día en que el descrédito de una política inútil, la pérdida final y confesa de toda esperanza de mejora pacifica, y el aumento creciente de la pobreza y la desesperación acarreen la lucha de armas que sería criminal dejar expuesta, frente al enemigo avisado, a la confusión de espíritus, escasez de recursos, y elementos de desorden que puede evitar la preparación oportuna y generosa: El Partido Revolucionario Cubano nace, en la hora del desfondamiento, para sustituir los elementos del triunfo durable, y la revolución pensante y equitativa a los elementos de derrota o de revolución parcial e insegura, que en el extremo ya inmediato de sus sufrimientos, surgirán en el país confuso y sin guía, ante un enemigo preparado y organizado.

Cumple hoy Patria un deber al publicar para la plena inteligencia del espíritu, en sus labores de preparación el Partido Revolucionario, las comunicaciones en que aceptan su elección, ante los Cuerpos de Consejo de cada una de las emigraciones que tomaron parte, el Delegado y el Tesorero del Partido. *

(14 de Mayo de 1892)

* A continuación, una carta de Martí (I, 435) y otra de Benjamin Guerra a los Cuerpos de Consejo de Nueva York, Tampa y Cayo Hueso. Toda mención de material recogido se hará con referencia a la colección José Martí. Obras completas (La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 19631966); entre paréntesis, como en este caso, el tomo y la página.

EL DELEGADO EN FILADELFIA

Los cubanos de Filadelfia, reunidos en el Club Ignacio Agramonte No. 3 han invitado al Sr. José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, a visitar el Club en un día que se fijara próximamente.

El anuncio de la invitación ha sido recibido con muestras cordiales de entusiasmo por la emigración de New York, que ve en este convite una prueba más de la unanimidad de propósito, y el espontáneo afecto, que permiten esperar los resultados mayores de la actual organización patriótica.

Por su fe continua, por su actividad impaciente, por su generosidad incansable, por su abundante nobleza se ha distinguido siempre la emigración filadelfiana, que, en respuesta al cariño con que el Delegado acepto el convite honroso, se prepara a hacer de éste una ocasión lucida y memorable.

(11 de junio de 1892)

EL LUNES, A LAS 8 DE LA NOCHE, LOS CLUBS DE NEW YORK

Rivalizando en patriótico anhelo, cada Club de New York hubiera querido consagrar en ocasión especial los resultados patentes de las últimas gestiones del Partido Revolucionario Cubano, y saludarlo en la persona de su Delegado. Pocas veces se ha notado, en verdad, mas viril entusiasmo entre los cubanos incansables, a quienes las conquistas recientes del Partido regocijan como una fiesta personal. Siente New York, como las demás emigraciones, que estamos ya de lleno en la ocasión sublime. Ni se pierde instante, ni se escribe sino lo que es menester, ni se habla sino para adelantar. Lo mejor, ya, es lo no hablado. Con fe y con cariño, se saluda al silencio. Pero es preciso, después de la batalla, cambiar las manos satisfechas, para medir el temple de alma con que se sigue peleando. En la jornada en que estamos, solo hay tiempo para tomar un dedo de agua ¡y otra vez al camino!

El patriotismo cordial de los Clubs, que para todo están al habla en New York, sugirió la forma natural de esta reunión patriótica. Todos, bajo el mismo techo, acudirán el lunes a las ocho de la noche, a oír de labios del Delegado la relación de los progresos de la idea revolucionaria, de las virtudes que se atropellan, en celos hermosos, para tomar puesto en la obra final; de las posiciones ganadas en este período preparatorio de la guerra indispensable, que es la guerra misma, y como síntesis y garantía de nuestra república. Se nota en los cubanos de New York, la alegría de la casa, cuando un viajero llega a traer noticias del ausente hermano.

El lunes, a las ocho de la noche, se reúnen los Clubs de New York en el salón de la calle 25, número 59, al Este.

(6 de Agosto de 1892)

LOS JEFES CUBANOS Y EL PARTIDO REVOLUCIONARIO

Con respeto de hijos, con orgullo de cubanos, y con fe profunda en la fortaleza de nuestro carácter y en la seguridad de nuestra república, publicamos al pie, sin opinión que aminore o afee la manifestación de alcance profundísimo, en que los

* Este documento de adhesión que firmaron importantes figuras de la guerra, fue redactado por Martí. Es un caso semejante al de las "Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa el 26 de Noviembre de 1893" (1, 271). En una carta de mediados de julio de 1892, en la que agradece a Gonzalo de Quesada la publicación de un retrato suyo, en el numero 18 de Patria, le escribe desde Cayo Hueso: "¿ Le hablaré de lo que no he querido que hable nadie a Patria, porque en todo estoy yo más visible de lo que debiera ? ... y de la gloria de que, en el banquete de anoche, rodeado este pobre envidioso de los generales de la guerra, de las cabezas, en los tres departamentos, de los amigos más íntimos de Gómez, de Rafael Rodríguez, nobilísimo por ejemplo, declararon su adhesión al Partido, y me encomendaron a mí mismo, con sin igual nobleza, redactar el acta de adhesión?" (11, 67). Martí supo aprovechar tan buena oportunidad para hacer ver la identificación de los antiguos militares con las ideas del Partido Revolucionario Cubano; son bien conocidos sus trabajos y desvelos por ese motivo. Tanta importancia concede al documento, la "alianza entre las armas y el pensamiento" (11, 70), como lo llamó poco después, que, a pesar de sus desavenencias con Enrique Trujillo le pide, por medio de Quesada, que lo reproduzca en El Porvenir, donde se publica el 7 de septiembre de 1892 (Enrique Trujillo, Apuntes históricos [Nueva York, 1896], p. 150). Son de Martí, además del estilo inconfundible y otras ideas, el ver la patria como "madre en peligro"; la censura y prevención contra los "políticos incompletos e imitadores" que no tienen fe en "las fuerzas naturales" del país; la advertencia contra los anexionistas, que quisieran "ofrecer el sepulcro de nuestros compañeros a una tierra extranjera"; lo de no envainar las espadas hasta que la libertad "quede asegurada en nuestra tierra"; la preocupación por el acomodamiento de los métodos indispensables de la política ejecutiva de la guerra a la garantía del derecho personal» y, por último, el oportuno ofrecimiento de ayuda "a quien ordene y acumule, para la paz durable de la patria, los elementos de la guerra que la han de conseguir."

jefes cubanos reunidos recientemente en Key West declaran su fe en el Partido Revolucionario Cubano.

"Sr. José Martí "Delegado del Partido Revolucionario Cubano

"Compatriota:

"Una casualidad dichosa, o el afán instintivo con que se solicitan en la hora del peligro los que pueden contribuir a remediarlo, ha reunido en estos días en la ciudad de Key West a varios jefes de la revolución de Cuba con los compañeros de combate, que al salir con indecible amargura de la tierra donde hablan vivido como hombres libres, escogieron para su residencia el pueblo que no se ha cansado de sacrificarse por la libertad.

"El régimen falso de condescendencia inútil y tímidas aspiraciones, que en la política de los cubanos de la Isla sustituyo una organización indecisa y confusa, sin realidad ni nervios, a la organización superior y previa que se dio en la guerra el pueblo cubano, y continúa en pie, aguardando su hora, no tenía atracción para los que, a la cabeza de fuerzas más compactas y decisivas, conocimos el inolvidable placer de redimir con nuestro brazo la tierra en que nacimos, en una guerra en que se murió sin dolor y se peleó sin odio. Supimos al ver plegada la bandera, que nos la habían quitado de la mano causas de pura ocasión, que no podrían durar tanto como nuestra constancia; y errando a veces, en la hora o en los métodos, por la prisa disculpable en el hijo que ve a su madre en peligro inminente de fatal gangrena, aguardamos, decididos a rematar nuestra obra, el instante en que la demostración plena de la incapacidad de una política que no se aviene a la naturaleza de la nación que la había de sancionar, ni al carácter original y directo que desenvolvió en la guerra el país, devolviese la patria deshecha y hambrienta a los que la conocemos mejor, porque no la hemos estudiado en la existencia asustadiza del disimulo y el consentimiento, sino en la verdad del sacrificio y de la muerte; y hoy que llega el instante en que la Isla se alza, con indignación sorda y contra una situación que la mantiene en todas las desventajas y temores de la guerra, sin ninguna de las esperanzas que la legitiman y de las glorias que preparan en ella a la constitución de un pueblo libre, estamos donde quedarnos, dispuestos a arrancar a ese estado de guerra encubierta su disfraz y a entrar otra vez francamente en sus esperanzas y en sus glorias útiles, puesto que de todos modos estamos viviendo con todas sus desventajas y temores.

"El ardiente amor de la libertad que nos llevó a las armas, se nos ha robustecido con el ejercicio de ella en el pueblo que con nuestro brazo íbamos creando; y aleccionado ya por las primeras pruebas, subsiste en nosotros con el empuje e intensidad de nuestra propia vida. Ni de catástrofes soñadas en nuestra patria libre queremos oír, porque las catástrofes podrían venir solo en nuestra patria del empeño de los políticos imitadores o incompletos, en gobernarla sin fe en nuestro carácter y destinos, ni atención a las fuerzas naturales y varias que le conocemos.

"Ni los que en los diez años de la prueba de sangre nos hemos convencido honradamente de la capacidad del pueblo cubano para regir con su moderación, cultivada o instintiva, la república en que no se le mermen sus derechos, ni se les den formas impropias; los que conocemos la virtud cubana del trabajo y el orden, y su poder de sobriedad y creación, en los días mismos que hubieran podido tentar a nuestro pueblo a la rapacidad y la desidia, podríamos ver sin indignación la tentativa innecesaria de ofrecer el sepulcro de nuestros compañeros a una tierra extranjera con quien por el respeto y trato amigo podernos y debemos vivir en paz.

`Por la libertad desenvainamos nuestras armas, que no envainaremos hasta que ella no quede asegurada en nuestra tierra, y no mancharemos con la tiranía los grados que hemos ganado en la libertad. Nuestra pericia militar es todavía útil a la patria, y con el más santo de los derechos, el derecho de quien quiere ahorrar al país otro noviciado cruento, reclamaremos nuestro puesto en el combate.

"Los cubanos todos se mueven hoy a nuestros ojos, con ímpetu y ecuanimidad que auguran su éxito, en un plan sagaz de independencia, que acomoda los métodos indispensables en la política ejecutiva de la guerra a la garantía del derecho personal por cuya conquista nos armarnos soldados, y satisface a la vez la impaciencia de nuestro corazón por dar término a nuestra obra interrumpida y el juicio que nos manda, al preparar una república, poner en todos los actos. de su preparación, el equilibrio y disciplina indispensables en la constitución republicana. Nuestro brazo de batalladores obedece a nuestro pensamiento de patriotas, y nuestro voto será asegurado, dondequiera que estemos, a quien ordene y acumule, para la paz durable de la patria, los elementos de guerra, que la han de conseguir. Nuestra espada está del lado del orden y la ley. Y es nuestro acuerdo, en la hora que consideramos suprema, declarar, previo examen, nuestra fe en el Partido Revolucionario Cubano.

"Key West 14 de julio de 1892

"Carlos Roloff, Rafael Rodríguez, Serafín Sánchez, Pastor Burgos, Francisco Lufriu, Rogelio Castillo, José de Lamar, Francisco L. Urquiza, Evaristo Rodríguez, Domingo Muñoz, Manuel Noda."

(3 de Septiembre de 1892)

REUNIÓN PÚBLICA EN HARDMAN HALL. EL MARTES 31 DE ENERO

Con razón bastante, y en acuerdo estricto con la realidad de la situación cubana, ha decidido la Delegación del Partido Revolucionario convidar a los cubanos y puertorriqueños a junta pública el martes 31 de enero en Hardrnan Hall, a las 8 de la noche.

Ni para citas innecesarias están los tiempos; ni para alardes aparatosos, reñidos con la prudencia y espíritu fraternal de la revolución; ni para callar la verdad del país, que en la noche del martes 31 de enero se reiterará en Hardrnan Hall con causa suficiente.

Pudiera la verdad del país, tal como nos es solemnemente conocida, arrancarnos, desde estas mismas líneas, un grito de jubilo: pudiéramos declarar desde aquí que nunca tuvo razón mayor de contento, ni mas raíz y orden, la idea revolucionaria: cúmplenos sólo publicar el convite, aguardar con impaciencia la noche enérgica y sincera del martes, y anunciar que en ella llevarán la voz oradores queridos. Allí estará la verdad. Y nuestro pueblo.

(28 de Enero de 1893)

LA REUNION PÚBLICA

Patria dedica hoy su número entero a publicar los discursos pronunciados por el Delegado del Partido Revolucionario, Sr. José Martí, el Secretario de la Delegación, Sr. Gonzalo de Quesada, y el Secretario del Cuerpo de Consejo de New York, Sr. Sotero Figueroa, ante la concurrencia notable que llenó en la noche del 31 de enero la sala de Hardman, en respuesta al convite público que dirigió a los emigrados la Delegación.

No cumple a Patria, por razones patentes, narrar en detalle aquel acto político, de cuya trascendencia daba prueba plena la atención, más que nunca íntima y afectuosa, con que cubanos y puertorriqueños de las mas diversas ocupaciones y fortuna oían el análisis, a la vez justo e indulgente, que los oradores hicieron de la situación política de las Antillas, y de la relación que se hubiera podido suponer por algún observador superficial a la nueva ley de elecciones, agresiva y nula, con la política revolucionaria. Ni podría en justicia tratarse como mera función oratoria aquella ocasión donde la palabra brilló más, como debía brillar, por la seguridad del juicio, la prudencia difícil y recomendable, y el amor ferviente al país, que por el entusiasmo que la tibieza o deslealtad de la acción suelen desmentir después, o por el adorno hueco e innecesario.

Huelga repetir aquí lo que los discursos dicen, y en ellos queda fija la actitud del Partido Revolucionario respecto a la reforma de la ley electoral de Cuba y Puerto Rico, que viene a fortalecer y acelerar las labores del Partido previsor de la revolución, y a cualquier otra reforma, por amplia que pareciese, de la ley de España en las Antillas, por cuanto éstas no pueden realizar sus destinos, tan grandes ya como amenazados, sino en el goce y autoridad de su completa independencia. Ni la ley de elecciones influye un ápice en la labor disciplinada y creciente del Partido Revolucionario; ni la ley que asegurase a los cubanos la mayoría o unanimidad en el parlamento español influiría en el Partido; ni influiría en él siquiera, sino como acicate al deber de preparar la independencia forzosa, el establecimiento, en las posesiones de España como en las de otros países inútil, del sistema insuficiente de la autonomía.

Pero como nota especial de la reunión del 31 de enero, por mas de una razón grata y memorable, se ha de señalar la firmeza con que, siguiendo muy de cerca el análisis minucioso de la situación que los discursos impresos pálidamente indican, demostraba el público su adhesión a las razones, lógicas y serenas, de la política revolucionaria; y es acaso aún de mas significación, y mas loable, el aplauso continuo con que el público apiñado acogía las insinuaciones justificadas por la situación descrita, y la moderación sincera y no desmentida con que los oradores aludieron a los delicados asuntos que era su deber tratar sin exageración ni disimulo. ¡Ámese la verdad, y dígase sin temor y sin ira! *

(4 de Febrero de 1893)

* Después de esta introducción, Patria transcribe, por este orden, los discursos de Gonzalo de Quesada, Sotero Figueroa y Martí (IV, 309).

EXPEDICIONES

¿A qué desmentir la ridícula noticia del Herald de días pasados, la noticia de que "Aquellos y Martí,"  ¡curioso ese Aquellos!  iban a llevar una expedición, y nada menos que del Cayo mismo, a Cuba?

Esta es guerra de pueblo, y no de persona. Martí no es nada en si, sino alfombra de su tierra, a que su tierra lo use y lo pise; y voz por donde hablan hoy sus compatriotas libres del extranjero, como pudieran hablar por otra voz mañana. Martí no es un héroe criminal y caprichoso, que apetece una gloria que pudiera ganarle en la crítica del mundo merecido cadalso. Martí es simplemente un cubano encargado por el voto de los cubanos libres en el extranjero de cumplir y tratar de que se cumpla el plan de una guerra breve y suficiente, con todas las fuerzas de adentro y fuera de la revolución, para intentar a su hora un esfuerzo supremo por la independencia, de acuerdo con los cubanos de la Isla. Ni Martí, ni ningún otro cubano, buscará la gloria, mera espuma de la virtud, en planes insuficientes para la patria que adoran.

(14 de Marzo de 1893)

EN TRIUNFO

Hay un río en España que corre calladamente debajo de la tierra, como si no corriese, que en las entrañas invisibles va hinchando sus aguas, sin que por la superficie, en apariencia tranquila, se oiga ningún ruido, que de pronto y a su hora vuelve a salir a luz, y derrama la vida y el asombro por las praderas silenciosas. Así nuestra campana revolucionaria, cuya parte mejor ha de ir por su naturaleza debajo de la tierra; que en estos dos meses de silencio magnifico, el silencio de las almas seguras de su fuerza, ha adelantado, por donde no se ve, hasta las puertas mismas de la gran realidad; que al entrar, con todos los factores del éxito, en un período donde sólo hay que hacer para almas grandes, tiene el derecho de alzar la voz, con toda la majestad de la conciencia, con la grandeza y luz de la aurora que se levanta sobre el mar, y dice al patriotismo ansioso, al patriotismo impaciente, al patriotismo incrédulo, al patriotismo pueril que solo ve obra donde ve banderas y oye música, al patriotismo que en el sigilo de la noche ensancha, sin cansarse, las vías por donde la guerra echará a andar: ¡Gloria, hermanos, y arriba los corazones!: en estos dos meses hemos andado más que en cualquier otra jornada de nuestra campaña: lo decisivo se ha de hacer de modo que el enemigo no lo vea: con trompetas y tambores no se ha de salir a decir al enemigo por dónde se va: mientras más cerca se esta de la realidad sublime, de la dicha que estremece y llena el alma de esplendores, de la divina hora de dar la vida por su pueblo, más urge el silencio, mas se ha de andar en la cautela y en la sombra: ¡gloria, hermanos!: jamás estuvimos tan alto como estamos hoy: nos quiso el enemigo precipitar, y robar tiempo, para que no pudiéramos hacer lo que debía hacerse y ligar lo que debía ligarse, y todo esta hecho, a pesar del enemigo, y todo está ligado: la república duradera, la república de la democracia y de la abnegación, se ha fortalecido, con grandeza casi increíble en esta jornada última: mientras los pequeños hubieran podido desmayar, los grandes trabajaban, los grandes veían el camino seguro, los grandes recibían la respuesta ardiente de la tierra, los grandes ajustaban, sin un solo obstáculo, el plan salvador. El júbilo inunda el corazón honrado, el corazón que no se engaña, y que no miente: oímos firmes las voces que ayer aun oíamos débiles: oímos, pegadas al pecho, las voces que no hablamos oído aun: olmos, y ni una menos, las voces todas que necesitábamos. Una brazada más, y el cielo empieza. Postrémonos con reverencia, porque hay razón para postrarse, y sigamos el camino. ¡Gloria, hermanos!: el río ha corrido por debajo de la tierra. ¿Qué creyó el enemigo? ¿que la confianza y el entusiasmo de que dimos muestra cuando pudo aturdirnos la equivocación de Holguín, no había de encender el fuego cubano, como lo ha encendido, hasta en los últimos rincones? ¿Que la revolución no anda, y anda triunfando, porque el representante de las emigraciones, que debe estar cerca unas veces y otras lejos, no está a toda hora, con la palabra al aire, a los calcañales de sus compatriotas? ¿Que los cubanos de la emigración son hombres de espuma, y maniquíes de paja, y soldados como los del castillo de Atarés, que estaban muertos de veras, y les ponían un puntal por la espalda, para que pareciesen vivos al enemigo? ¡Por cada cubano de afuera que viniese al suelo, hay otro dispuesto a abandonar su familia heroica, o su colonia próspera, o su juventud brillante, por darle al caído patria y honor! ¿Creyó el enemigo, porque unas veces se ha de agitar, y otras se ha de estar donde no se agite, que la obra de llevar a Cuba la guerra que desea, ha de ser toda de pompa visible y sacudida continua, cuando la verdad es que lo más serio de la obra, lo que venirnos ahora de hacer, lo que estamos ahora haciendo, es lo que se hace sin pompa y sin sacudida? ¡Pues la respuesta se la dan al enemigo el sagrado júbilo de los que saben la verdad, el religioso entusiasmo de las emigraciones más recelosas y lejanas, el juramento de honor que se han hecho, con las manos en las manos de Cuba, todos los que tenían algo que jurar! . . . Basta por hoy. Si unos están pobres, otros están ricos. La revolución no está en una emigración sola, cuya agonía pasajera llene de dolor nuestro corazón de hermano, sino en el equilibrio e incontrastable fuerza de las emigraciones todas, que llenan de legítima esperanza: allí donde la pobreza transitoria aflija los hogares amados, los hogares santos y de histórica virtud que no se puede recordar sin veneración y ternura, allí mismo se llenarán de contento los hogares, al saber que ya tiene tantos campamentos la revolución, que la pena de uno no podrá ni debilitarla siquiera, ni demorarla siquiera, ni impedir siquiera uno solo de nuestros movimientos triunfantes, ni interrumpir siquiera la trama estrechísima y segura con que adelanta la revolución. Más estrecha y más segura que nunca. A la pobreza no se le tenga miedo: en ella solo vacilan los viles, que están demás en todas partes. Todo lo que fuimos a buscar lo hemos traído. Ahora, nada nos puede echar atrás. El hombre más acostumbrado a grandezas, respetaría, por extraordinaria, la grandeza que está hoy en nosotros. La agonía pasará de donde la haya hoy. La Isla se nos abraza. El trabajo revolucionario crece, nos llega a la cintura, da fuego a nuestro brazo. Nadie tenga desmayos, ni miedos. Así se dice, con la mano en el honor.

(29 de julio de 1893)

LA CONFIRMACIÓN SOLEMNE EN CAYO HUESO

Es ciertamente consolador para el pueblo cubano, y sobrada respuesta a la porción tímida e ignorante de él, el espectáculo en verdad magnífico que a la vez que las demás emigraciones, y espontáneamente como en todas ellas, da la emigración cubana de Key West, desangrada aún por sus últimas pobrezas, para contestar con el hecho invisible, con el sacrificio pecuniario, con entusiasmo más férvido y tierno que nunca, a los que, obedientes al mandato múltiple y sigiloso del gobierno español, pretendieron sacar partido de una angustia industrial, de que Key West padecía como el Norte todo, para probar a Cuba, angustiada y distante, que aquéllos de quienes esperaba la acción y el socorro, no tenían ya con qué obrar ni con qué socorrerla. Pero la intriga española fue vana. jamás fue tan impetuoso, como que rebosaba de indignación, el corazón cubano. En todas partes se alzó la protesta. En el Cayo, a las puertas mismas de la Habana, fue más conmovedora acaso que en ninguna otra emigración, porque allí la bandera de la patria, al desplegarse más briosa que nunca, pasaba ante muchas casas vacías: allí ha habido escasez: allí ha habido dolor. Pero San Carlos, el templo querido, convidó al pueblo, aquel pueblo de humildes que se levantan, y de señores que se codean con los humildes, y como en una sola hoguera ardieron allí, con fuego inmortal, e intenso, las almas juntas de aquel peñón de patriotas. Se renuevan los Clubs, revive la tribuna del taller: en los pechos todos se ostenta la insignia cubana: se conversa animoso en las familias: se canta la esperanza de la patria por las calles: resuena la palabra viril, tonante, arrebatadora, con que en la asamblea de indignación de San Carlos, al declarar una vez mas la resolución de los cubanos de Key West, de contribuir a la independencia patria, de erguirse ante ella, pobres o ricos, como el fantasma del decoro ante los que viven sin él, como el brazo de la esperanza ante los que desmayan sin ella, hablaron, de toda la pureza de su virtud, los hombres tenaces de los veinticuatro años, los jóvenes recién llegados, que traen a la inmortal idea la poesía y el calor de la nueva generación. Sólo entre los adeptos de una religión nueva, y lo es de veras por su hermandad y fuego esta que hacemos ahora, pudiera un observador sagaz hallar fervor comparable al de los corazones de Key West, en estos días de prueba triunfal, y al de los que, con el regocijo de una dicha propia describen la asamblea de indignación, y el estado público que la ha seguido. Tarde es ya, después de la modesta descripción de El Yara, para repetir los detalles de la reunión hermosa; pero continúan vibrando las palabras de José Dolores Poyo, cuando como rodeado de las sombras todas de la emigración, ofrecía a Cuba a modo de quien entra a hierro encendido en las conciencias, que el ímpetu ordenado e incansable de las emigraciones descansaría sólo, y así es la verdad, en la patria libre o en la muerte; todavía vibran, entre ecos de palabras no menos entusiastas por noveles, los arranques del soldado de los diez años, desde la luz de Yara hasta el último día de Baraguá, del historiador cordial y feliz de la revolución, el coronel Fernando Figueredo, cuando decía él también, ante los bancos donde lo oían trémulos sus hijos, que Key West, como corazón de fuego, esta aún encendido, y que el entusiasmo y el sacrificio de la emigración no conocen mas reposo que el de la independencia, o la tumba: ¡palabras de ayer, que renacen hoy con nuevo brillo!

(6 de Octubre de 1893)

EL DIEZ DE OCTUBRE

Día de melancólico recuerdo, y de enlutada vergüenza, día en que los hombres sinceros, de puro amor a la bandera patria, y de puro bochorno no osaban desplegarla al viento, era hasta hace muy poco el día 10 de Octubre. Hoy no: hoy se hace lo que se debe, hoy se puede sin rubor poner la bandera de dosel y mostrar juntos, dándose las manos, dándose los brazos, dándose los corazones a los hombres del 68, jóvenes en la resurrección, y a los hijos del 93. Los que duermen allá lejos, pueden alzarse de sus tumbas, sacudirse de los huesos el polvo y decirnos: ¡Hijos!

Desusado entusiasmo posee este 10 de Octubre a las emigraciones cubanas. ¿Es el viento, es la mar, es el instinto, es la tierra que crece, o es el honor cansado de esperar y los sucesos que han de ser y vienen volando por el aire, y la revolución que se levanta? Lo que sea, está en las conciencias. Lo que nuestra patria haga, ella lo sabe. Lo que podemos hacer nosotros, nosotros lo sabemos. El verdadero valor no necesita de alardes. La verdad, en cosas de revolución, se ve, después de hecha. Por contentar a un títere, a un cansón, a una momia, no se denuncia a un pueblo. Las revoluciones son minas, y estallan. No son teatro, ni tocador de Cómicos donde entra todo el mundo, a ver cómo se untan los menjurjes. Caen del cielo y suben de la tierra. ¿Qué fuego hincha las almas, y qué fe inspira la esperanza en el hogar, el sacrificio espontáneo en las bolsas, la canción en los labios del pueblo? ¿Que se cae una rodilla, o mira a tierra un párpado culpable? ¡Siempre hubo míseros! ¡Siempre hubo miedo, y soberbia e interés! El 10 de Octubre viene. ¡Gloria al 10 de Octubre!

¿Qué pasa este año? Enciende a los viejos, estremece a los niños, se tiene ganado el corazón de las mujeres este día de la patria. El vaso en que se bebe, tiene el escudo de Cuba. La solapa que nos cubre el pecho, tiene la insignia de la revolución. Ni se promete, ni se alardea, ni se sabe lo que es, pero todo el mundo goza. Es como el golpe de la aurora en una selva libre. ¿Qué pasa, que todos esperan a la vez? Es que hay un deber que cumplir, y hay que cumplirlo. La sepultura de los egoístas está abierta para los que lo olviden, y la paz de la conciencia, dicha suma y augusta, será el premio de los que oigan la voz. El 10 de Octubre viene. ¡Gloria al 10 de Octubre!

Los cubanos de New York, los cubanos todos de la emigración, pueden ver con orgullo el unánime entusiasmo. Es su obra, es su fe. Otros, allá lejos, desesperaban. Entre el muro de fusiles, no veían el horizonte: ellos de afuera, veían, angustiados como hermanos, presa a su patria entre el muro de fusiles. Se le ha de romper, mal haya quien se resista, porque no le corten el almuerzo, porque no lo saquen de la almohada caliente a que no lo rediman de la cautividad. Se le redimirá. El 10 de Octubre viene. ¡Esto es el 10 de Octubre!

Años, años enteros se estuvo en esperanza de esta resurrección. Años hace ¿por qué no decirlo para honor de los pocos? el 10 de Octubre en New York a lo menos, era un rincón de lo más infeliz de nuestro pueblo, de lo más noble y fiel, y una matrona con sus hijas, y un viejo de cincuenta años de guerra que se arrodillaba, pueril y sobrenatural a pedir honor para su pueblo, ante la docena de leales, y la sala vacía. Era natural. Se acababa de caer. La nobleza consiste en ser fiel en la derrota. La vileza se conoce en el que abandona al que cae. Pero era el sueño del reposo, el sueño de las muchas heridas, y a poco de él la patria empezó a alzarse. Vio sus yerros. Los cometió aún. Entendió por qué había caído. Sintió en las venas que le volvía la vida. Vio a sus hijos, y quiso hacerles casa. Oyó al mundo, que trabajaba y adelanta, y pasa sobre el que lo desoye. Seguía la guerra, plena en los espíritus, bajo la máscara de la paz. Era un crimen verla venir desordenada. Era un deber abrirle cauces antes de que viniera. La lamentan todos los que prefieren su propio bienestar al de su pueblo entero. La saludan los que se sienten capaces de sacrificarse por su pueblo. El inferior moral, calle, y descúbrase ante su superior moral. El que muere por él, vale más que él. Este 10 de Octubre, el júbilo es fuerte y hermoso. Habrá casas cerradas: las de las mujeres que se sientan a la mesa de los que le fusilaron a los maridos; las de los hijos que gruñen coléricos, porque el padre, al morir por su país, se les llevó el esclavo y el carruaje; las de las esposas que aborrecen al hombre que prefiere el sacrificio honrado a la riqueza inmunda. Esas casas estarán cerradas, pero está abierto el corazón del pueblo. Lo que tiene honor, a un lado: lo que no tiene honor, a otro. La emigración ordenada saluda a la patria presa. La revolución de afuera saluda a la revolución de adentro. En esperanza y amor se abrazan los corazones de los hombres. El 10 de Octubre viene. ¡Éste es el 10 de Octubre!

(6 de Octubre de 1893)

EL DIEZ DE OCTUBRE

Patria consagra aún todo su número de hoy a lo más saliente de las crónicas que con justo entusiasmo, con orgullo legítimo, narran la celebración unánime y conmovida del 10 de Octubre de 1893 en las emigraciones cubanas. Patria, que viene a ser, por su especial naturaleza, la revista serena y cordial de los sucesos y desarrollo del movimiento revolucionario cubano, en cuanto de una revolución puede hablarse con la diafanidad de las ideas que no excluye el sigilo absoluto en los actos, ha de dar puesto de honra en sus paginas, como lo da hoy, al discurso con que abrió la conmemoración de Nueva York el ex-presidente de la república, Tomas Estrada Palma, aquél de quien decía hace poco, saltando de la silla, un general amado: "Ese, ése es lo mas puro que nos queda de la revolución"; puesto de honor da Patria a las crónicas de la f ¡esta nacional, en Key West y en Ibor City, en Ocala y Jacksonville, en Filadelfia y New Orleans. No es la misión de Patria, por lucir prosélitos, acusar, con denuncia de muerte, los progresos y realidad de la revolución en Cuba: su misión es enseñar al país lo verdadero y entusiasta de las emigraciones, y el espíritu de orden y amor con que por el trabajan y vigilan. Y esa misión queda hoy cumplida.

(24 de Octubre de 1893)

LA REUNIÓN DE LOS CLUBS

Los presidentes de los Clubs de Nueva York, reanudando sus trabajos, citaron a los miembros de los Clubs, no bien se supo la noticia del alzamiento de Las Villas, para oír del Delegado del Partido Revolucionario la verdad entera, la verdad fuerte y siempre vencedora. Antes de la hora estaban henchidos los salones generosos de La Liga: conmovía aquel concurso: la razón imperaba: nuestro pueblo piensa en todo y decide por sí: se le respeta y se respeta: en esta campaña, ni se le halaga para ganarle la voluntad, ni se le miente para arrancarle el tesoro: nuestra juventud estaba allí, erguida e impaciente, allí todo lo fiel, pero lo más bello que allí había era un anciano, doblado hoy sobre la mesa del trabajo, que hace cuarenta años vino de Cuba a ir con los que entonces fueron, y aquella misma noche se alistaba en un Club, después de cuarenta años: ¡los que se cansan a la mitad de la jornada, o viven iracundos contra la santa guerra, porque les quitó sus privilegios o cómodo porvenir, vieran aquella noche, con la luz del alma pura tras los espejuelos humildes, con la alegría y el orgullo de la razón contenta, a aquel anciano de canas purísimas! . . . En la reunión expuso el Delegado la situación de Cuba, y lo que en ella este alzamiento significa, y sus antecedentes conocidos, y las probabilidades de su permanencia o caída. Se le oía con el alma, y se le respondió con el alma. Es de hombres esta revolución, que ven cara a cara la verdad, y no se aturden, ni entregan la batalla entera, por el esplendor o la desdicha de sus primeras escaramuzas. ¡Y adelante!

(13 de Noviembre de 1893)

MANIFIESTO AL PUEBLO DE LOS CUBANOS DE OCALA

Lección oportuna a los que desconfían de la capacidad republicana del pueblo de Cuba, y de la inevitable ascensión del espíritu del país, ordenado y decoroso por naturaleza, es el manifiesto en que los vecinos de Martí-City, el lindo pueblo cubano de la agrícola Ocala, anuncian su resolución de oponerse a todo escándalo o bajo comercio que desluzca la moralidad envidiable del poblado naciente. Y no es de condes y duques, ni de oficinistas leguleyos, la población que así se defiende, con riesgo de su sangre del desorden y el vicio. Es de lo doloroso de la vida, de lo que suda el pan que come: allí el médico frustrado trabaja, en la mesa diaria, junto al esclavo de ayer, y con él se indigna contra la opresión, y ama y practica el derecho: allí el obrero de ciudad, parcial y levantisco, se codea, hermano, con el hijo sereno y astuto del campo y de la guerra: allí ara uno, y otro cría, y el que hace versos pone un horno de pan, y la esposa delicada le lleva los libros al ágil tendero, y las casas, por menudas que sean, tienen bruñido el piano, pulcros los muebles y elegantes, y en el muro blanco, presidiendo, la adorada bandera. De su culto, nadie se burle: de un escéptico cubano, de talento riquísimo, sabe Patria, que no anda hoy por lo espinoso de la revolución, aunque de seguro la tiene en las venas; y cuando tiene a comer en su casa suntuosa a un amigo de honor, lo lleva, de sobremesa, a la biblioteca fina, abre un rincón, y allí, en el fondo, entre paños negros, está plegada, la bandera cubana: ¡otros, todos, nos preparamos ya a abrirla al cielo libre! Y los cubanos de Martí-City quieren que su pueblo sea digno de la bandera. Ellos, los humildes, construyen. Otros se deshonran. Extractar el manifiesto, es deslucirlo.*

(31 de Marzo de 1894)

*Sigue el escrito mencionado, que tiene fecha 7 de marzo de 1894 y firma "el secretario del Comité Popular," Segundo González.

EN FILADELFIA. EN HONOR DE VALDÉS DOMÍNGUEZ

En las épocas en que el honor vacila, no es solo fiesta de gratitud, sino servicio inmediato al honor, premiar en público a quien obró conforme a él. jamás es semejante premio inoficioso; porque la tendencia inevitable del hombre a esquivar el sacrificio, requiere que se le ponga continuamente ante los ojos cuanto tiene de grande y amable. Sólo murmuran del homenaje los que a la luz de él ven revelarse su nulidad, o su mérito menor. La gloria ennoblece tanto al que supo merecerla como lo empequeñecería si de lo sagrado de ella hiciese oficio y ostentación. El caudal de un pueblo es la gloria legítima de sus hijos. Por su heroico valor, por su desbordante desinterés, por su entereza justiciera y franca, por el decoro con que lleva su gloria, merecía Fermín Valdés Domínguez la singular demostración de afecto con que recibieron su visita, juntos el pabellón de Sheridan y el nuestro, los cubanos y norteamericanos de Filadelfia.

Lucidísima concurrencia llenaba a primera hora el salón, tapizado de ilustres recuerdos, del puesto filadelfiano de la Caballería. Vigilan los héroes desde las paredes. John Brown, desde hermoso retrato, mira, corno quien pide cuentas, y quiere saber sí hay hombre que desobedezca a la libertad, ante él, que murió en un patíbulo por ella. De sables probados en una panoplia; con cartucheras está hecho el marco de una lista de honor. Y cuando aquel concurso, en respetuoso silencio, que había de ser pronto inacabable aplauso, vio subir al estrado a Valdés Domínguez, a Marcos Morales, el presidente impetuoso y activo del Cuerpo de Consejo de Filadelfia, a los presidentes de los Clubs que convidaron a la solemnidad, y a los invitados de New York, al Delegado del Partido Revolucionario, al Tesorero Benjamín Guerra, al Secretario Gonzalo de Quesada, al Presidente y Secretario del Cuerpo de Consejo de New York, Juan Fraga y Sotero Figueroa, pudo notar cómo, cual ante muda orden, bajaron todos aquellos hombres la cabeza: era el saludo a las dos banderas del Norte, deshechas en la guerra de la esclavitud, que ornaban la tribuna, plegadas sobre el asta. La de la Unión, de flecos de oro, flotaba a un extremo, y a otro la de seda amarilla de la caballería: ¡y, más bello que todos, el estandarte cubano!

¿Cómo pintar, sin que parezca exceso, la cordialidad comunicativa, y respeto íntimo a los héroes, y a los buenos, esos otros héroes con que Marcos Morales, en el inglés que ha aprendido en su honrado trabajo, abrió la asamblea, ni el muy nutrido aplauso que acogió el saludo entusiasta de Tomás Estrada Palma, ni las arengas entrañables, oídas entre lagrimas y vivas, de Gonzalo de Quesada, ni la impresión profunda que en los suspensos corazones causo el discurso del amigo fiel, de Laforest Perry, ni la sesuda lectura de Lucena, el emigrado constante, ni las palabras, eficaces y breves, de Juan Fraga, el hombre "de los esfuerzos silenciosos," de Sotero Figueroa que no iba "a Filadelfia a ver mármoles ajenos, sino nuestros, en el hecho con que Domínguez abnegado y valiente desagravio a la Historia," de Benjamín Guerra, que con la autoridad de su palabra aumentó el respeto y convicción de los ánimos, de José Martí, que saludaba, desde su puesto de soldado, "a la elocuencia nueva y a la virtud triunfadora"?

Fue como aire de almas aquella noche feliz en que público y oradores se cambiaban, en impensados arranques, la voluntad, y cada uno era tan bello que ningún otro lo apocaba o deslucía. Parecía a veces el público el orador mejor, atento, conmovido, sensible al menor vuelo del pensamiento y la menor ráfaga de luz, honrado, puro, amoroso. Aquel diálogo y comunicación de los espíritus era allí la magna y consoladora belleza: ¿qué vale la libertad, ni cómo puede ser y mantenerse, si para su conquista y su defensa no se abrazan los hombres buenos en cariño? Pero nadie olvidara de aquella noche la pasión noble y elocuencia de joven majestad de Gonzalo de Quesada, ni la unción con que aludió a las víctimas Laforest Perry, y convidó a su pueblo a redondear la obra libre de América, ni la aparición de Valdés Domínguez, trémulo de nobleza, y corno de nueva gloria bañado por el resplandor de la bandera de la patria, ni la ofrenda con que, más que cerró, bendijo la solemne noche el anciano José González. Horas hay en el mundo, que lo levantan y orean, en que se siente en torno la súbita limpieza de los corazones purificados.

Por la verdad fue robusta y venturosa, en esta noche de Valdés Domínguez, la elocuencia de Quesada. Desdeña afeites la emoción sincera, y las mismas ideas familiares adquieren singular beldad cuando entre hombres leales puede abandonarse sin miedo la palabra a la admiración y la ternura. Del pensamiento, disciplinado en la vida, viene a la ardiente improvisación el bello orden. Y el discurso inglés de Quesada, augusto cuando invocaba, a que amparase su humildad, la memoria de los fundadores de la mayor república del orbe, fue desgarrador, por el espanto que visiblemente lo poseía, al describir al pueblo extraño el crimen del 27 de Noviembre, tipo y suma de odio imperecedero del opresor desafiando a sus hijos rebeldes; y hábil y altivo cuando, en brusco vuelo vislumbraba la condenación de la historia para los que desde el Norte libre se negasen, en la hora del combate por la libertad y por América, a aquéllos por quienes cayó Reeve, a los cubanos que fueron, en su hora de agonía, el último pensamiento de Raw1ins. Aplausos no eran los de aquellos ojos húmedos, los de aquellas palmas incesantes, los de aquellos corazones hasta la raíz estremecidos: era una de aquellas horas, raras y decisivas, en que el alma de un hombre hace y posee las de un pueblo que no lo olvidara jamás. Y de lo más bello de la tribuna, por la sublime envidia de que estaba empapado todo él, por el valor con que proclamó, sobre la gloria vana y egoísta en que los hombres mínimos se satisfacen, la gloria incruenta y desinteresada, fue el discurso con que, ya en castellano, saludó, entre vítores continuos, la bravura y el ímpetu de Fermín Valdés Domínguez: ¡por la cobardía de sus directores se deshacen los pueblos, y por la inspiración de sus hijos rebeldes se rehacen!

De los bancos de la concurrencia se alzó aclamado Laforest Perry. Aun se tienden a él nuestros brazos agradecidos: aún oímos su palabra norteamericana, serena y conmovida, que dulcemente se entraba, a modo de consuelo, por nuestros corazones: aún vemos centellear en sus ojos la indignación cuando, con el valer de su persona visible y útil, pedía a "los hombres libres de Filadelfia, respeto y ayuda para los cubanos, que son ya dignos de la república": aún vemos alzarse al cielo, en demanda de su amparo para lo que le falta de tarea al noble vindicador, aquellas manos que un instante después estrechaba a porfía la concurrencia admirada y agradecida. Dejó Perry en las almas la excelsitud y pureza de la religión.

De su corazón, harto henchido para que le permitiese mas largo discurso, fueron las frases, de natural y sencilla grandeza, con que pudo responder Valdés Domínguez a la ovación larga y renovada que lo saludó al acercarse a la tribuna. ¿Ni a qué hubiera hablado más? Su discurso era la obra, en tanta parte suya, que veía a su alrededor, fervorosa y palpitante: su discurso estaba en la unión ardiente de los cubanos, al horror de los crímenes de España, para la conquista de su libertad. "¿La bandera no está aquí?" decía, con la voz sofocada de viril emoción, Valdés Domínguez: "pues mi discurso es la bandera." Y los hombres, de pie, saludaban. Saludaban, conmovidas, las mujeres. Pero fue como momento de consagración, aquél en que el anciano, tallado en virtud, el incólume José González, creador feliz y sagaz entre los cubanos de la asociación reparadora y amiga de los Caballeros de la Luz, puso en manos de Valdés Domínguez, "en manos del heroísmo, que la tiranía siempre que puede, martiriza y ahoga," la corona de la estrella blanca de siemprevivas, y ocho flores rojas en el borde azul, que los cubanos de Filadelfia desean ver algún día al pie del monumento de aquellas predilectas víctimas de nuestro martirio. El anciano leía, tembloroso, sus palabras, cargadas de honra y fe, y como a puro corazón salidas del molde supremo: Valdés Domínguez lo oía reverente, y el estrado todo, apiñado junto al noble anciano: en la concurrencia, toda en pie, había mucha cabeza baja: allá, al fondo del salón, un norteamericano descolgó la bandera con que el escuadrón vio combate y muerte, y, ondeándola en el silencio, lo rompió al fin con un viva a Cuba: "¡jamás," decía Valdés Domínguez al salir, "me sentí el corazón tan encogido, ni tan lleno de la grandeza de los demás!" En las inolvidables horas de la hospitalidad de Marcos Morales, que abrió la casa de su ejemplar familia a los numerosos invitados, terminó, para conservarse como esperanza y como orgullo, la fiesta de amistad y fue con que los cubanos y norteamericanos de Filadelfia honraron, merecidamente, al que, con su hecho singular, demostró a la sociedad dormida de Cuba la eficacia incontrastable del valor sublime.

(5 de Abril de 1894)

EL 10 DE ABRIL, ANTE TAMPA

De la concordia entusiasta de las emigraciones en el cariño y tesón del Partido Revolucionario Cubano, del orgullo que tienen en su obra cuantos fueron parte en ella, del respeto con que ven su labor los que de cerca la vieron crecer y nacer no hay muestra mejor que el elocuente arranque con que, en la ocasión pura del 10 de Abril saluda al Partido, al entrar en su tercer año, el cubano distinguido que presidía el Club Ignacio Agramonte cuando acordó invitar a una visita al actual Delegado del Partido. Con hombres capaces de justicia y admiración, se levanta un pueblo de colonia a república. *

(10 de Abril de 1894)

*Tomado del periódico Cuba, aparece el discurso de Néstor L. Carbonell con motivo del aniversario de la Constitución de Guáimaro.

LAS ELECCIONES DEL PARTIDO

Vano habría sido el martirio de los fundadores de nuestra república si no hubiesen encendido en sus hijos las virtudes necesarias para continuar y asegurar su obra. Fue un pueblo libre lo que quisieron fundar nuestros héroes, lo que quedó fundado. En un pueblo libre, todo el que cumple con su deber, saca título para ejercitar su derecho. En nombre del, partido organizado de la independencia, sólo puede hablar y fungir quien reciba autorización plena del partido organizado. Por eso seremos más felices, después de la victoria, que otros pueblos heroicos de América: porque entraremos en el país redimido, con la costumbre y el albedrío de la república. No estamos evocando un basilisco: sino alzando un país, a hombros de ciudadanos.

Hoy el Partido Revolucionario Cubano cumple --lo ha cumplido ya con la anticipación del entusiasmo, su deber de elegir representantes de la empresa de llevar a Cuba, con el amor y respeto del país, la guerra previsora y ordenada sin la que no puede conquistar su independencia urgente e indispensable. El cable anuncia, desde apartadas regiones corno desde las que viven a nuestra vista, el voto de nuestros compatriotas. Pone la confianza pública mayor virtud en los que son capaces de ella, y los representantes que el Partido Revolucionario elija se harán dignos, sean quienes fuesen, del honor, más grande por lo penoso, con que sus ciudadanos los distinguen: ¡no nace entre sombras, por fortuna, el año nuevo de nuestra obra equitativa y organizada!

(10 de Abril de 1894)

EL ADIÓS DEL GENERAL

De manos del general Máximo Gómez recibe Patria para su publicación las palabras de sobriedad solemne con que, al volver a su hogar de Santo Domingo, saluda a los cubanos el general Máximo Gómez: *

"Terminado el asunto que me trajo a la ciudad de New York regreso para mi hogar, y vuelvo con el alma henchida de contento a mis labores campesinas; y en la soledad de la noche, y a la hora reflexiva en que se eleva sobre la tierra el sol, sentiré latir orgulloso mi pecho de guerrero de la libertad, porque los hijos de esa Cuba que adoro no olvidan el precepto escrito en la frente de todo hombre libre: 'Mientras la ignominia de la patria dure, no hay descanso, sino el de la traición, para sus hijos honrados.'

"Los breves días que he pasado en el Norte han sido para mí una sucesión de las más gratas impresiones, y de las más íntimas y entusiastas pruebas del cariño de los cubanos. Jamás lo olvidaré. Me voy lleno de fe, y de gratitud. Y siempre que la libertad de América necesite de mi brazo, siempre que Cuba necesite de mi vida, si tal vez, por mala fortuna, no pueda ser yo de los primeros, tampoco, cubanos, seré de los últimos.

"Es vuestro, con todo su corazón sincero,

"Máximo Gómez."

(21 de Abril de 1894)

* Aunque firmada por Gómez, esta carta debió ser escrita por Martí. En aquellos días le dice: "Mi querido General: Ayer, con el ir y venir, olvidé, como le dije anoche, ponerme en el bolsillo las líneas 'A los cubanos,' y ahora se las mando a mano, y en letra de imprenta, a ver si tienen la fortuna de parecerle bien, y si puede, bien sean ellas mismas, o las que crea que las deben sustituir, enviármelas con el portador, para que puedan publicarse antes, o al tiempo de su salida" (III, 131). Parece que Gómez hizo algún cambio en el texto y, por error, no fue atendida la corrección: Martí se disculpa, apenado por la "imperdonable desidia de la imprenta," el 12 de mayo de 1894; reitera su "respeto a la libertad y al pensamiento ajenos," y le advierte: "Por fortuna, la frase que usted suprimió con justicia, para evitar cualquier comentario malévolo, es una verdad general, sin asomos de aplicaciones privadas, que son métodos e ideas que no entran en mi mente ni en mi corazón" (III, 166). Con toda nobleza, Máximo Gómez dio por terminado el asunto: en carta del 29 de mayo de 1894 a Gonzalo de Quesada, y sin duda con referencia a este incidente, le dice: "Lo pasado, pasó. No hay que ocuparse de lo ocurrido en Patria" (Archivo de Gonzalo de Quesada. Epistolario [La Habana, 1948] 1, 221). Meses más tarde volvió Martí a escribir cartas que otra vez iba a firmar el general Gómez: poco antes de embarcar para Cuba, en Montecristi, redactó las dirigidas a Cornelius G. Moore, dadas a conocer por Emilio Rodríguez Demorizi (Martí en Santo Domingo [La Habana, 1953]1, pp. 261 y 262) que ya han sido incorporadas a las Obras Completas (XX, 505 y 506).

EN EL CAYO, EL 10 DE ABRIL

De El Yara reproduce Patria al pie la descripción de la fiesta con que los cubanos de Key West conmemoraron, según previo aviso, el día de la Constitución, y la fundación del Partido, público y activo, que en los Estados Unidos, como dondequiera que hay cubanos, trabaja por fomentar y auxiliar la independencia de Cuba.

Siempre sería la nobleza de la solemnidad razón bastante para tomar nota de ella. Pero hay dos razones mas: una de que por ella se mide el entusiasmo que, después de dos años de labor silenciosa por su naturaleza y en su mejor parte invisible, anima a los mantenedores unidos de la independencia en la emigración. y otra es que se desmienta, con la prueba del hecho, la creencia por el gobierno y sus agentes fomentada, de que Key West había dejado de ser ya el corazón cubano que era. Como ayer era, es hoy. La prudencia y la justicia de los cubanos ofendidos le han devuelto, mas seguro aún que antes, el respeto de los que intentaron lastimarlos. Ame la patria a los hijos que le compran la libertad con sus ahorros, y con su entereza, y el ejercicio firme y moderado de su derecho, prueban la capacidad para la república de la patria cubana.

(21 de Abril de 1894)

POR LA REVOLUCIÓN

Es consolador, y de alta significativa elocuencia, ver cómo todo lo corrupto y pequeño que la dominación española incubara en nuestra patria, va cayéndose a pedazos, a la vez que todo lo grande y dignificado que la revolución, con su palabra de fuego y con sus heroísmos, grabara en todas las conciencias, se robustece al calor de la controversia y de las persecuciones. ¿Quién, si es cubano, y cubano apto para dirigir sus propios destinos, no ha de ponerse del lado de la revolución, que abarca un período de heroicas proezas, de sacrificios cuantiosos, de ternuras inenarrables? ¿Como no amarla si en ella se encierran todas nuestras aspiraciones de patria y libertad, y cuando queremos evocar algo que nos envanezca, o que ponga temor en el ánimo de nuestros opresores, ella nos brinda pruebas elocuentes que no son osados a recusar los mismos que vanamente pretendan empequeñecerla?

A ella ya vamos nuevamente, resueltos y decididos, porque tenemos fe en las grandes virtudes de nuestro pueblo; porque todos los elementos que han de generarla están unidos; porque nos pone espuela el deber de dar tumba prestigiosa a nuestros ilustres muertos; porque seríamos responsables ante la historia patria, si dejáramos incumplida la obra de Yara, y si, teniendo de nuestra parte la razón, el derecho y la justicia, nos echáramos a un lado, con mengua de la propia dignidad, y con escarnecimiento de la libertad, que no sabíamos ganar con el empuje de nuestro brazo. *

(21 de julio de 1894)

* El número anterior de Patria, del 14 de julio de 1894, fue casi completamente redactado por Martí; en él están: "El día de Juárez" (VIII, 254), "Azcárate" (IV, 472), "Dos cubanas. Del diario de un viaje reciente" (V, 33), "Páez y un cubano" (VIII, 253) y "En Casa" (V, 430). Al día siguiente salió hacia México vía New Orleans. Con toda probabilidad dejó este trabajo sin terminar, por lo que se le añadió, sin decir su procedencia ni el autor, la primera parte de la lectura de Martí en Steck Hall del 24 de enero de 1880, a partir de "El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente" (que aquí alteran a "El deber debe cumplirse natural y sencillamente"), hasta "Y en las espaldas flageladas nacen alas."

SOBRE LA CARTA DE CUATRO CUBANOS AL SEÑOR ENRIQUE LOYNAZ

A edificar, más que a censurar, consagra Patria sus esfuerzos, segura de que la indulgencia sincera, acompañada del ejercicio activo de las cualidades cuya falta en otros se deplora, fomenta estas cualidades más, por la obligación caballerosa en que deja a quienes las descuidan, que el castigo acre que suele cerrar las puertas al desengaño y al arrepentimiento. Cuando el desatentado interés o cualquier otro móvil, traspasa en los asuntos de Cuba, y en las referencias infieles y mendaces a los revolucionarios, los límites que permite la pasión entre adversarios honrados, apenas se ha decidido Patria, con puertas por donde puedan entrar mañana sin lastimaduras todas las vanidades y méritos, a mostrar, libre siempre de alusiones incautas a la minimez de las personas, aquel justo y piadoso desdén por los delitos del interés enmascarado, y la caquexia del discurso indeciso, que, con la vividez de la pintura, y la misericordia del silencio sobre los pecadores, puede en su día, sin el escozor de una censura expresa, poner en el camino de la voluntad a los que hoy padecen por falta de ella. ¿A los españoles respetuosos y útiles ha de abrir los brazos la revolución, y no los tendrá abiertos a los cubanos todos? Ni la palabra adversarios reconoce Patria, porque entre los cubanos no los querría conocer, aun cuando los hubiese: ni sabe de más adversario que el desgobierno incurable de España, y la ocupación creciente del país por el sobrante inculto y favorecido de una nación incapaz de nivelarse, al actual paso del mundo, con las potencias y la prosperidad de América. Lucha de personas, es para gente sin ideas, o para la pasión juvenil, cuyos excesos toca a la gente mayor corregir con la templanza del acto y del lenguaje, en vez de incitarla y exacerbarla, incurriendo ásperamente en ella.

Nada, pues, con semejante espíritu, tendría Patria que decir sobre la carta que los señores Antonio Aguilera, Fabio Freyre, Miguel Machado y Manuel de Monteverde dirigen al señor Enrique Loynaz, en respuesta a una publicación de Loynaz, que no se insertó en Patria; aunque sería lícito, por lo menos, hacer notar a los firmantes que el patriotismo que proclaman, y de seguro los alentará y salvará en las horas difíciles, exigía de ellos, corno exige y obtiene de todo espíritu verdaderamente superior, la serenidad necesaria para recibir sin ira, y aun con gozo, la ofensa inmerecida que proviene del amor vehemente a la patria ultrajada, y del indignado miedo de que los hombres útiles del país, por excesiva prudencia, o con el pretexto de ella, empleen en esperanzas inmotivadas y estériles, favorables sólo en lo visible e inmediato al interés personal, la energía y habilidad que suelen emplearse en impedir la rebelión justa y posible contra un gobierno inepto y deshonroso. Ni parece propio del sosiego y amplitud necesarias a los partidos del gobierno, dada la alabanza de la carta de los cuatro cubanos por un diario habanero el precedente de negar el sol de su patria a un cubano ardiente, porque nació, en el suelo que nos ha dado mártires y defensores, de padres a quienes lanzó al extranjero el amor a la libertad de su país.

Pero en la carta de los cuatro cubanos aparece una afirmación sobre la que Patria ha debido pedir luz, y por esta causa única se refiere a un incidente que acabará en horas felices, no con el rencor ajeno a almas viriles, sino con la prueba común de las virtudes necesarias a la salvación oportuna y definitiva de la patria.

Dice en uno de sus párrafos la carta de los cuatro cubanos al señor Enrique Loynaz:

"Usted sabía que un número respetable de camagüeyanos, entre los cuales figuraban las personas más distinguidas de la comarca, habían demostrado al señor Martí y demás gestores de revoluciones que hoy nadie que, siendo honrado, tenga juicio, debe intentar la guerra en Cuba.

"De todo esto debía estar usted enterado por el mismo señor Martí, a quien se dirigió comunicación, firmada al efecto."

Patria acudió al señor José Martí, a saber de el lo que pudiera decir sobre este punto: y el señor Martí autoriza a Patria a decir que no ha recibido la comunicación firmada a que alude la carta, y que ningún número respetable de camagüeyanos, entre los cuales figuran las personas más distinguidas de la comarca, se ha acercado a él, ni de palabra ni por escrito, a demostrar que hoy nadie que siendo honrado, tenga juicio, debe intentar la guerra en Cuba. Y solo la maldad podrá entender que el señor Martí sugiera, al hacer esta declaración necesaria, que se le ha visitado del Camagüey con ningún otro objeto.

Una comunicación relacionada con el Camagüey sí recuerda bien el señor Martí, y es aquella en que, a las raíces mismas de la creación del Partido Revolucionario, explicó éste minuciosamente a las personas de mayor renombre en el Camagüey, y entre ellas a los hombres más notorios en el partido de la paz, el espíritu de previsión, y de concordia entre todas las fuerzas del país, con que conducía el Partido Revolucionario su labor, la tarea de preparación, y de meros auxiliares, de los cubanos del exterior, que en los de Cuba reconocían su misma virtud, aunque oculta por necesidad o aprisionada, los peligros patentes de la revolución personal y desatendida, y urgencia de evitarlos, y la determinación expresa de acordar, desde la libertad del extranjero, la guerra con la Isla, sin descontar de ella elemento alguno útil, sin incurrir jamás en el delito de llevar la guerra a Cuba contra su voluntad: y convidaba a todos los cubanos de cautela y pensamiento a ordenar en la Isla, con tiempo suficiente, la revolución inevitable. Es probado que al Camagüey llegó esa comunicación, y aun pudiera convidarse a que se la hiciese pública, a no ser por la pena de haber luego de extrañar que los que conocen desde los arranques la significación y métodos del Partido Revolucionario, su acatamiento al país, el entrañable cariño que a él lo une, y la humildad y constancia con que le pidió su consejo y ayuda, lo presenten a sabiendas como atentatorio y alocado, y muy diverso de como lo conocen en realidad.

Para terminar, ¿qué palabras mejores que las que cierran la carta de los cuatro cubanos? Eco son ellas de la predicación continua de Patria, salvo la elocuencia mayor de la carta. Y dicen así:

"La patria no es un ideal enfermizo, consagrado por actos de irreflexiva vehemencia; es una realidad colectiva, organizada por la ciencia, el amor, la tolerancia y la prudencia.

"La guerra es un recurso supremo a que se apela en último extremo y, en cuanto sea posible, sacrificando lo menos para salvar lo más.

"Fuera de eso, la lucha es un delirio criminal o insensato."

(24 de Octubre de 1894)

LOS AUTONOMISTAS EN ESPAÑA

De los autonomistas de Cuba, no es costumbre en Patria hablar, por ser ése mero incidente político, que de suyo termina sin que con las censuras de los propios se deba agriar o estorbar la realidad que asoma, y por invencible repugnancia a afligir a los vencidos con el recuerdo áspero de sus esperanzas vanas y sus pertinaces errores. Castíguense, y múdense en virtud, los vicios sociales que engendran a los partidos políticos arrogantes y enclenques: a los hombres, paz. Pero es justo y oportuno transcribir aquí, sin supresión ni aditamento, lo que nos dice una carta de España, que llegó por el último correo:

"De la situación de Cuba sólo puedo decirle que los autonomistas son insultados en el congreso español, considerándolos como separatistas encubiertos. Romero Robledo les endereza toda clase de improperios. Y no los echan del Parlamento por el respeto que tienen a ustedes los que en el extranjero trabajan por la patria, y a los jefes de la pasada guerra, a quienes temen."

No echan a los autonomistas del Parlamento por el respeto que nos tienen a los que en el extranjero trabajamos por la patria, y a los jefes de la pasada guerra. Por el miedo a la guerra y a sus mantenedores vive, pues, el partido autonomista de Cuba, que a sus solas reconocerá sin duda, como cumple a hombre de porvenir y pensamiento, el lado intimo e inquebrantable que lo une a la revolución que fue su origen y que será su fin. Él nos debe la vida. Guardémosle su asiento. No importan sus desmanes de lengua ni las iras de los que en su seno padecen de que se les quite el acomodo.

No hay enojo acá afuera. Los fuertes no se enojan. No echan a los autonomistas del Parlamento español "por el respeto que nos tienen a los que en el extranjero trabajamos por la patria, y por el miedo que tienen a los jefes de la guerra."

(26 de Enero de 1895)

ESPAÑA EN FILlPINAS

De dondequiera que España ha estado, sale. El español laborioso, queda, y le es perdonado el aire hosco, y el bufido ingrato contra la tierra que lo nutre y levanta, ya por el apego romántico a los antepasados, ya por la virtud personal que suele distinguir al español gruñón. Pero gobierno, de dondequiera que España ha estado, sale. De Filipinas, saldrá. Bajo curas y gobernadorcillos vive aterrado el filipino naciente, que a derechas no habla aún la lengua de su conquistador, y pasea airado por el mundo, aprendiendo y preparándose, su esperanza y su humillación. Pero quien oye a un filipino culto, oye a un rebelde. No es un pueblo en cenizas: es un pueblo en rescoldo. Allí también hierve la ira criolla, y el gobernante incapaz y corruptor es aborrecido. Allí también se queda sin país España.

En el Ateneo de Madrid hablo del Japón el español Moret, hace pocos días; y de la que se tuvo por la raza inferior japonesa, y de un salto se pone, con toda la ciencia del mundo, a nivel de los que la negaban o apocaban, desde su deleznable y segundona sociología. Habló Moret del Japón, en que ya ve, tal vez con alguna prisa, "un gran poder capaz de presidir los destinos del Extremo Oriente"; y al caer de este tema al de Filipinas, y el del poder de España en las islas que ven, con su corazón lastimado e invicto, el imperio que levantan a sus ojos "sus hermanos de raza," dijo así el español Moret: "Que ante los acontecimientos que se desarrollan en el Extremo Oriente a impulsos del Japón, la dominación española en Filipinas, con el régimen que hasta ahora se sigue . . . ha concluido."

(26 de Enero de 1895)

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