MARTÍ, LA AMANTE Y LAS NIÑAS
Cinco cartas nuevas
Las cartas a María
La cartas a Carmita, hija
Cartas de Martí a Carmen Miyares y a sus hijos
Las cartas nuevas y sus fascímiles
Conclusión
Mucha luz arrojan unas cartas que se conservan en Madrid sobre las relaciones de Martí con Carmita Miyares y los hijos de ésta. Las llevaba en Dos Ríos, pero no se habían dado a conocer. Según el jefe de la columna española, el coronel José Jiménez de Sandoval, sus soldados "despojaron" el cadáver de Martí. En carta de 1907 a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, le contó que "lo despojaron del revolver, reloj, cinto, polainas, zapatos y papeles". Poco antes de que cesara el gobierno de España en Cuba, el 19 de octubre de 1898, las autoridades coloniales retiraron del Archivo General cientos de cajas con documentos del Estado Mayor General y de otras oficinas del país, y los mandaron, al Archivo Histórico Nacional de España, y de ahí fueron a parar, según cuenta Joaquín Llaverías en su Historia de los Archivos de Cuba (1912), al Archivo General Militar de Segovia. Allí estuvieron olvidados durante casi un siglo, hasta que en 1982, en unas trescientas cajas, los trasladaron al Archivo Central del Instituto de Historia y Cultura Militar, de Madrid, donde hoy se encuentran. Esas cajas merecen una cuidada revisión pues mucho pueden decir sobre el proceso de la independencia. Van desde la "Invasión [de Narciso] López (1851)" hasta la "Capitulación de Santiago de Cuba (1898)"; incluyen Diarios de Operaciones, Movimiento de Fuerzas, Confidencias, Encuentros con el enemigo, Correspondencia entre jefes de la insurrección, Planos y Mapas; y aun sobre otros asuntos (Voladura del Maine, Guerra con los Estados Unidos, Repatriación de soldados españoles, Restos de Colón).

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Anaqueles del Archivo Militar General de Segovia,
donde estuvieron los documentos relacionados con Cuba
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Entre los papeles que le ocuparon a Martí estaban las cartas que ahora interesan. Debo la copia de ellos al profesor Félix Martín, de la Florida International University, quien disfrutaba en España de una beca de la Fulbright, y a la doctora Alejandra Figueiras, de la Universidad Complutense de Madrid, a quienes desde aquí les repito mi gratitud.
En el pasado mes de mayo, con otros documentos de ese Archivo en Madrid, apareció en el periódico Juventud Rebelde, de La Habana, copia de las cartas hecha por Rolando Rodríguez, pero por vez primera se reproducen aquí en facsímil seguidas de su transcripción con la ortografía moderna. Son cinco: tres dirigidas a Martí (una de Carmita Miyares, viuda de Mantilla, y dos de sus hijas, Carmita y María); una de Carmita Miyares dirigida a su hijo Manuel; y otra, en inglés, de María dirigida a su hermano. En el libro Destinatario José Martí (1999), había reproducido Luis García Pascual la única que se conocía de un miembro de esa familia a Martí; era de la joven Carmita Mantilla y como complementa lo que trata este trabajo, también aquí se reproduce.
Sobre la correspondencia de afectos entre Martí y esa familia se tenía noticia por lo que Martí le había escrito en distintas ocasiones; según la relación de Clara Rosa Niebla Cuello, en su "Índice para el Epistolario de José Martí" (Islas, Universidad de Las Villas, 1999), son 7 cartas a María, la más pequeña; 5 a Carmita, la mayor; 2 conjuntas, a las hermanas; y 5 a la viuda y a sus hijos. Pero así teníamos nada más que una voz en el diálogo amoroso. Martí era muy dado a grandes afectos. Muy temprano en su vida, en 1878, escribió: "Cuando nací, la Naturaleza me dijo: ¡ama! Y mi corazón me dijo: ¡agradece! Y desde entonces yo amo al bueno y al malo, hago religión de la lealtad y abrazo a cuantos me hacen bien". Es ese amor, esa lealtad y esa gratitud la que brilla en sus cartas a la familia Mantilla y Miyares. Pero sólo con esa información no era fácil determinar el aprecio que le tuvieron los miembros de aquella familia, siempre de una u otra manera presentes, entre 1880 y 1895, en el escenario de su biografía.
En el libro La vida íntima y secreta de José Martí (1995) hay varios capítulos que tratan de su presencia en el hogar de Manuel Mantilla y Carmen Miyares. Allí se probó la falsedad del viejo rumor de que María era su hija, por lo que tanto la quiso. Una carta de Martí que se hizo pública en 1989, en Patria, Cuaderno de la Cátedra Martiana, de la Universidad de La Habana, dio mayor fundamento a la verdad. Es que resultaba difícil explicar sus ternuras con la niña que vio nacer, su ahijada María, y era más cómodo hacerlo adúltero que entenderle su alma superior.
Manuel Mantilla y Sorzano, nacido en 1843, se casó con Carmen Miyares y Peoli en Santiago de Cuba, cinco años menor que él, en 1869, y tuvieron varios hijos; entre los que sobrevivieron están los que se mencionan en estas cartas: Manuelito, Carmita, Ernesto y María. Cuando en 1880 llegó Martí a Nueva York fue a vivir a la casa de huéspedes que tenía el matrimonio; allí estuvo con su esposa Carmen Zayas Bazán y su pequeño hijo, que llegaron poco después. De nuevo en 1882 se hospedaron en Brooklyn los tres, cerca de los Mantilla, y al año siguiente se les unió el padre de Martí. En 1885, con 42 años de edad, murió Manuel Mantilla, y meses más tarde regresaron a La Habana Carmen Zayas Bazán y el hijo. Martí siguió viviendo con aquella familia que tantas pruebas de cariño le daba, y es más que probable que por la ausencia de la esposa de Martí y la viudez de Carmen, hayan tenido relaciones íntimas. Años más tarde, en 1891, cuando de nuevo fue la Zayas Bazán con el hijo a Nueva York, ya no fueron a parar con la familia Mantilla y se hospedaron en el Hotel Fénix, en la calle 14, de Nueva York, y a poco ella, escondida de Martí, se volvió a La Habana con el niño.
Las cartas a María
Cuando por la gestión revolucionaria se vio obligado Martí a viajar, empezó a escribirle a los Mantilla. La más antigua carta que se conserva es a María, la cual, según el testimonio de Blanca Z. de Baralt, en su libro El Martí que yo conocí (1945), "fue el ser que más amó en el mundo". Ya en esa carta de mayo de 1894 aparece el amor celoso y exigente que siempre sintió por la niña. Parece que ella le había escrito cariñosa a Fermín Valdés Domínguez, entonces en Cayo Hueso, y Martí le reprocha: "¿Conque Fermín es queridísimo, y yo no soy más que querido? Así dicen tus cartas. Yo me vengo de ti, queriéndote con todo mi corazón…" Ya camino a México le vuelve a escribir, y termina con un reto: "A ver si piensas en mí que te cuido y te quiero tanto, cuando todos estén alegres, y yo no esté donde tú estás." Y desde la casa de Manuel Mercado, su amigo mexicano, que tiene tres hijas, le escribe: "Lo admirable aquí es el pudor de las mujeres, no como allá, que permiten a los hombres un trato demasiado cercano y feo…"; y otra vez los celos: "Aquí todas las niñas saben hacer platos finos, y yo temblar de miedo de que tú no me quieras como aquí me quieren…"

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Foto de María Mantilla que llevaba Martí en Dos Ríos. Desde Baracoa le había escrito: "Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato".
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De Nueva York salió hacia Santo Domingo el 31 de enero de 1895, para seguir a Cuba. Lo acompañaba Manuelito Mantilla, y desde el barco en que viaja, el Athos, le repite los consejos de que sea buena, que se mantenga activa con la lectura y la música, y para entretenerla le pide que busque unas palabras en el diccionario. Desde Santiago de los Caballeros le vuelve a escribir: su recuerdo es constante, le dice, y de nuevo se muestra celoso: esta vez porque, según le contó en 1944 María a Blanca Baralt, le había escrito a Martí con admiración por unos cantantes que vio en la ópera de Nueva York ; así reaccionó ante el elogio:
Estás lejos entusiasmada con los héroes de colorín del teatro, y olvidada de nosotros, los héroes verdaderos de la vida, los que padecemos por los demás y queremos que los hombres sean mejores de lo que son. Malo es vestir de saco viejo, y de sombrero de castor; cualquier tenor bribón, con un do en la garganta, le ocupa los pensamientos a una señorita, con tal que lleve calzas lilas y jubón azul, y sombrero de plumas. Ya ves que estoy celoso, y que me tienes que contentar.
Después, desde Cabo Haitiano, continúa el enamoramiento en otra carta: "No habrá quien te quiera más que yo"; y la preocupación por la madre: "Que tu madre sienta todos los días el calor de tus brazos"; y en la oreja que se le heló a su hermano Ernesto, de lo que habla una de las cartas que se verán después, le pide: "Y ¿esa oreja de mi leal Ernesto? Le mando un beso, allí donde se le heló, tú se lo das". Desde el mismo lugar le escribe a los pocos días la carta más larga, e insiste en sus recomendaciones y reproches: es la última que se conserva dirigida a ella; le escribe:
Y mi hijita ¿qué hace, allá en el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la verdad del mundo, en saber, en querer, en saber, para poder querer, querer con la voluntad, y querer con el cariño? ¿Se sienta, amorosa, junto a su madre triste? ¿Se prepara para la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual, o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores, a llevársela a lo desconocido, o a la desgracia, con el engaño de unas cuantas palabras simpáticas, o de una figura simpática? ¿Piensa en el trabajo libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse, llaman en el mundo 'amor'. Es grande, amor: pero no es eso. Yo amo a mi hijita. Quien no la ame así no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto. ¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí? … Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo… Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe y pasa.
La cartas a Carmita, hija

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Carmita Mantilla y Miyares. Le escribió a Martí: "Yo creo que no hay hombre en este mundo que se pueda comparar con Ud.".
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No había aún María cumplido los quince años, pero su hermana ya tenía veintidós y no le manifiesta el cariño de igual manera a la mayor; ante ésta ceden los reproches y los celos, también porque parece que era más confiable y serena. El elogio supera a los regaños toda vez que tiene fe en su virtud; desde el Athos en que salió de Nueva York le hace algunas recomendaciones:
Tú sabes que la pureza y la lealtad son la dicha única., Hay pocas almas tan capaces como la tuya de fidelidad, que es la aristocracia verdadera. Deja que la gente vanidosa e infeliz se entretenga royendo los huesos del mundo… Deja que otros malgasten la existencia, y tú, vela con lástima, levántate de donde estén los malignos y los ociosos, y no dejes de crecer un solo día. Iba a acabar aquí para que no me dijeras predicador: pero tú sabes que yo quisiera hacerme como un manto de mis entrañas y abrigarte del mundo con ellas: te quiero como a hija…
Y desde Santiago de los Caballeros sigue con los elogios: empieza la carta con "Mi muy buena Carmita", y le alaba su "paciencia natural y generosa, enemiga de pompa y mentira". En Montecristi se decidió que Manuelito no fuera a Cuba con los expedicionarios, porque estaba enfermo, y Martí le dice a su "Carmita buena": "Manuel se me va, y con él como una raíz de mi corazón: con él aquí me parecía que estaban aún cerca de mí, y me defendían de mis penas: ahora él se va". Y como había recibido una carta cariñosa de ella, una de las que luego se transcriben, le responde:
¿Y tu carta generosa, tu cartica linda, donde estás tú toda, con la delicadeza y la inteligencia que sólo yo conozco en ti bien, y te he de consolar y de premiar si vivo? En otro tiempo, cuando los hombres peleaban de lanza y casco en los torneos, rodeados de gente, como ahora pelean a lengua y pluma, el orgullo del caballero, que de veras iba a caballo, era el lazo o la banda de colores que le había dado la hermana, o su novia, o su amiga: yo así llevo tu carta conmigo, como los caballeros de antes el lazo de colores. Sobre cartas así resbalan las balas…
Sí, llevaba en Dos Ríos esa carta de Carmita, pero sobre ella no resbalaron las balas.
Dos cartas más le envió desde Cabo Haitiano, una de marzo y otra de abril, que tienen particular interés; en la primera le escribe: "Mi Carmita buena: Con tu cartica sentí como un beso en la frente…"; y le añade esta recomendación que todo dice de su cariño por la viuda: "Quiere mucho a tu madre, que no he conocido en este mundo mujer mejor. No puedo, ni podré nunca, pensar en ella sin conmoverme, y ver más clara y hermosa la vida. Cuida bien ese tesoro…" Y en la otra: "Carmita hija… Tú eres honrada, laboriosa compasiva, sencilla enérgica. No podrás querer sino a quien sea como tú: honrado, laborioso, compasivo, sencillo, enérgico".
En el libro La vida íntima y secreta de José Martí (1995), en el capítulo "Martí, la esposa y la amante", se habló de una versión distinta de esas dos cartas, con algunos pasajes y palabras suprimidos. El cotejo de las dos versiones permitió suponer que la mutilada quería esconder la tierna mención de la viuda en la primera carta, y en la de abril la palabra "hija", al principio, y el elogio a la madre. ¿Qué empeño suprimió ese pasaje y esas palabras? No se sabía de qué mano era la versión castigada, pero ahora, ante la carta de Carmita se descubre el misterio. La copia fue hecha por ella. Entonces cabe preguntarse, en su desmedida admiración por Martí, ¿sentiría celos de su propia madre y quiso conservar en la copia lo que a ella sólo le pertenecía? Y aun más, ¿por qué si Martí empieza la segunda carta con las palabras "Carmita hija", ella, al copiarla, le suprime el sobrenombre que Martí le puso para distinguirla de la otra Carmita? Seguida del facsímil de la carta que no se conocía, de Carmita a Martí, se reproduce, también en facsímil, la copia de las dos que aquí se mencionan; es así posible también la comparación de la caligrafía.
Y como prueba adicional del aprecio de esta joven por Martí, se copia la carta que le escribió el 6 de junio de 1895, desde Central Valley, cuando aún no creía la noticia de la muerte de Martí; el periódico Patria no la confirmó hasta el 17 de junio en que publicó esta nota: "Ultima hora. Al entrar en prensa el presente número recibimos la cruel certidumbre de que ya no existe el Apóstol ejemplar, el maestro querido, el abnegado José Martí". Esa carta de Carmita, reproducida en el libro Destinatario José Martí (1999), de Luis García Pascual, pone en evidencia que habían recibido la carta de Martí a la familia, desde la Jurisdicción de Baracoa, del 16 de abril ("…llegué al fin a mi plena naturaleza… Sólo la luz es comparable a mi felicidad…") , pues en ella la joven le dice:
Central Valley. N. Y. Junio 6 de 1895
Mi queridísimo Martí:
He visto con muchísimo gusto por su cartas tan lindas, que desde que puso el pie en nuestra queridísima Cuba, es Ud. otro hombre, y lo comprendo.
Los americanos aquí solamente hablan de la Revolución cubana, y lo quieren a Ud. muchísimo. Mr. Ficken [quizás uno de los huéspedes de la casa o de un vecino del lugar] dice que Ud. es mejor que George Washington en muchos respectos (por supuesto, que yo creo que no hay hombre en este mundo que se pueda comparar con Ud.), y siempre está diciendo: "I love that man", y tiene muchísimos deseos de conocerlo. Le cuento esto para que solamente tenga una idea de la simpatía que sienten los americanos por Ud. y la Revolución. Es una cosa general; no hay un americano que no esté en simpatía con los cubanos. Aquí vamos a dar un concierto en beneficio de Cuba. La Liga de Central Valley le está preparando una recepción a Ud. para cuando llegue. Estos pequeños detalles son para que vea cómo lo quieren en los Estados Unidos.
Dígale al General Gómez, que aquí lo queremos mucho y que sabemos que los dos están mutuamente cuidados.
¡Cuánto daría por estar a su lado!
María no le escribe ahora porque está en Nueva York ayudando a Uba [Ubaldina Barranco] que debe venir para acá hoy.
Con Ud. y Máximo Gómez y otros 2. unos cuantos buenos cubanos, no hay la menor duda de que esta vez triunfarán.
Trato de seguir sus consejos al pie de la letra.
Lo acompaña.
su
C.
Muerto Martí, en carta de la viuda de Mantilla a Irene Pintó de Carrillo, pocos días después de la de su hija a Martí, le confiesa a la amiga el dolor de la pérdida:
Puedes imaginarte el estado de desolación en que estaré sumida, éste es el más grande de los pesares que ha podido caer sobre mi alma, no sé cómo tendré valor para soportar tanto dolor; te juro que si no fuera por estos hijos míos bajaría la cabeza y me dejaría llevar por esta pena que acaba con mi vida. ¡Figúrate que será de mi vida sin Martí, el afecto más grande de mi vida! Toda mi felicidad se ha ido con él; ya para mí el sol se eclipsó y viviré en eterna tiniebla: yo no puedo realizar esta desgracia, no comprendo tanta fatalidad. Martí se había fundido en nuestras almas de tal manera que, a pesar de todas nuestras desgracia, éramos criaturas felices por el cariño tan grande y desinteresado que nos teníamos: tú, mi querida amiga, lo sabes mejor que nadie, así piensa cuál sea mi dolor.
Y al mes siguiente, el 24 de julio, le escribe a otra amiga, a Clara Pujals de Quintana, una carta que dio a conocer Nydia Sarabia en su libro La patriota del silencio; Carmen Miyares (1990), donde le habla de la pena de sus hijas, destacando, por supuesto, la desolación de Carmita por la muerte de su ídolo:
Ya tú te puedes figurar, querida mía, lo que habrá sido para mí y mis hijos la horrible desgracia de la muerte de nuestro inolvidable Martí; ésta es una cosa que cada día que pasa me parece más imposible de realizar, ¡qué hombre tan grande y qué falta le va a hacer a Cuba y a los cubanos! Carmita, mi hija, está tan abatida, que yo que no puedo con esta pena, tengo que sobreponerme para animarla a ella. María al fin es más joven y ella todavía no puede darle todo el valor a esta desgracia…
Cartas de Martí a Carmen Miyares y a sus hijos

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Carmen Miyares viuda de Mantilla, la amante de Martí.
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De cuatro de estas cartas que se conservan de Martí hay sólo fragmentos, casi todos con datos sobre la campaña. En la primera, del 10 de abril de 1895, el día antes de llegar a Cuba, les habla de la discreción que se debe tener en la correspondencia:
Pudiera, y acaso debiera, contar con minuciosidad todo este viaje último; pero aún sería indiscreto… Ni antes ni después de nuestra llegada a Cuba debo dejar escrito, ni se ha de divulgar, detalle alguno que indique las vías diversas que hemos recorrido. Así lo mandan la honradez y la discreción… Hoy no fuera posible, sin saber a dónde va lo que se escribe, ni si se pierde en el viaje. Y luego, un diario suele ser un espía, y una alevosa anotación de las personas en cuya intimidad vivimos [hasta aquí llega el fragmento].
Solo una de las cartas que les escribió, del 16 de abril de 1895, desde la "Jurisdicción de Baracoa", está completa; es ésta:
Carmita querida y mis niñas, y Manuel, y Ernesto:
En Cuba les escribo, a la sombra de un rancho de yaguas. Ya se me secan las ampollas del remo con que halé a tierra el bote que nos trajo. Eramos seis, llegamos a una playa de piedras y espinas, y estamos salvos, en un campamento, entre palmas y plátanos, con las gentes por tierra; y el rifle a su lado. Yo, por el camino, recogí para la madre la primera flor, helechos para María y Carmita, para Ernesto una piedra de colores. Se las recogí como si los fuese a ver, como si no me esperase la cueva o la loma, sino la casa, la casa abrigada y compasiva, que veo siempre delante de mis ojos.
Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriaga de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad. Pero en todo instante le estoy viendo su rostro, piadoso y sereno, y acerco a mis labios la frente de las niñas, cuando amanece, cuando anochece, cuando me sale al paso una flor nueva, cuando veo alguna hermosura de estos ríos y montes, cuando bebo, hincado en la tierra, el agua clara del arroyo, cuando cierro los ojos, contento del día libre. Ustedes me acompañan y rodean, las siento, calladas y vigilantes a mi alrededor. A mí, sólo ellas me faltan. A ellas, ¿qué les faltará? De sus angustias nuevas, ¿podrán irse salvando? Mi poca ayuda, ¿cómo la habrán repuesto? Cuba ya tiene escritos sus nombres con mis ojos en muchas nubes del cielo y en muchas hojas de árboles.
Mi dicha de hombre útil hace mayor el pesar de que no me lo vean. ¿Recordarán así a su amigo, con tal lealtad, con tanta vehemencia?
¡Ah, María!, ¡Si me vieras por esos caminos, contento y pensando en ti, con un cariño más suave que nunca, queriendo coger para ti, sin correo con que mandártelas, estas flores de estrella, moradas y blancas, que crecen aquí en el monte.
Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.
El papel se me acaba, y al correo no puede ir mucho bulto. Escribo con todo el sol sobre el papel. Véanme vivo y fuerte y amando más que nunca a las compañeras de mi soledad, a la medicina de mis amarguras. De acá no teman. La dificultad es grande, y los que han de vencerlas, también. Carmita pedirá a Gonzalo que le deje leer lo que hay de personal en la carta que le envío. Manuel bueno, trabaja. Carmita, escríbele a mamá. Carmita hija y María se educan para la escuela. Una palma y una estrella vi, alto sobre el monte, al llegar aquí antier, ¿cómo no había de pensar en Carmita y en María? ¿Y en la amistad de su madre, al ver el cielo limpio de la noche cubana? Quieran a su
Martí
Las cartas nuevas
Con los escritos de Martí se sabía de su amor a las "niñas", María y Carmita, desbordado por la primera, profundo por la otra, y también de la gratitud, el respeto y el cariño que sintió por la madre: "las compañeras" de su "soledad", y "la medicina" de sus "amarguras". Pero, uno se preguntaba, ante el parcial silencio de "la casa abrigada y compasiva" que lo había acogido, ¿hasta qué punto fue su afecto correspondido? ¿Que significó Martí para los miembros de aquella familia? Las cartas que no se conocían, que a continuación se transcriben y se dan al final de este trabajo en facsímil, responden esas preguntas.
La de María dice:
Febrero 18, 1895
Mi queridísimo Martí:
No sabe la alegría que me dio cuando recibí su carta [desde el Athos] a la vez me entristeció de pensar que venía de tan lejos.
He buscado las palabras que Usted me dijo, y he escrito lo que significan.
Le voy a decir una cosa muy triste, la cual es que Patria [Barranco], su ahijada, se murió hace una semana. Murió de pulmonía. También Daniel Peoli se murió de lo mismo
La noche que Gonzalo [de Quesada] se fue para Cayo Hueso, Angelina [Miranda de Quesada] y yo fuimos a Jersey a recibirlo, y cuando volvió, también lo fuimos a recibir. Él ha venido muy contento de allá. Está loco con la gente de allá. Dice que son tan buenos y tan cariñosos.
Le dio tristeza cuando volvió acá, de ver a la gente de aquí tan mala y tan canalla. Anoche me quedé con ellos y Gonzalo y Angelina me trajeron después de comer, así es que nos hicieron una visita.
Aurora [de Quesada y Miranda] está muy bien y muy graciosa. Lo mismo el bebito [Benjamincito] de Ubaldina [Barranco de Guerra].
Yo sigo estudiando mi piano. Estoy aprendiendo la polonesa de Chopin, la cual es muy bonita. Voy a ver si consigo esa "Marche Indienne" que Usted me dice para aprenderla con Carmita.
Muy pronto voy a acabar el libro que estoy leyendo en francés, que es "Cadichon". Carmita también está acabando "François le [?]". Ubaldina dice que ella tiene un librito francés que me va a prestar para que yo lo lea. Yo no sé cómo se llama.
Esta tarde pienso ir a ver a la pobre Margarita [Barranco], que está muy triste con la muerte de su hermanita.
Blanche [Zacharie de Baralt] y Luis [Baralt] le mandan muchas memorias, y también reciba muchos besos y abrazos de su ahijada que mucho lo quiere, y nunca lo olvida,
María
Ver facsímil
Con la misma fecha le escribe Carmita, desde la casa en que entonces vivían, en el número 134, West, de la calle 64, última residencia de Martí con la familia, el lugar donde reunió un grupo de amigos para leerles, en 1891, sus Versos Sencillos; le escribe
New York, febrero 18 de 1895
134 West 64th Street
Mi queridísimo Martí:
Recibí su cariñosísima y linda carta fechada 2 de febrero [en el vapor Athos], la cual me dio muchísimo placer. Cuando uno lee una carta como ésa, ve uno más claro la maldad, vanidad e ignorancia de la gente. Para mí, y todos los que lo conocen a Ud. como yo, Ud. es el hombre más cerca de la perfección que existe. Quisiera tener tiempo y poder explicar los méritos con palabras. Los méritos de que yo soy capaz de reconocerle. A Ud. le parecerá extraño que yo no tenga tiempo de escribirle, pero es que yo le doy clases a las niñitas de [Benjamín] Guerra todos los días, y hoy, cuando llegué aquí me dijeron que se podía escribir y tengo que estar en casa del dentista a las dos; ya es la una, así es que sólo tengo tiempo de mandarle un beso y abrazo.
Espero que haya recibido noticias agradables en todas partes en donde ha estado. Cuídese mucho y haga lo posible por volver pronto porque nos hace mucha falta.
Reciba muchos besos de su Carmita, que lo quiere mucho.
Ver fascímil
La carta de María a su hermano Manuel está escrita en inglés, lo que prueba que en los hogares de aquel exilio, como en el actual en los Estados Unidos, aunque los mayores se comunicaban en español, los jóvenes, influidos por la escuela y el medio, se hablaban en la lengua que les resultaba más familiar; le escribe María a su hermano, que le había contado de una mujer que se comió a su hijo:

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Manuelito Mantilla y Miyares
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February 18, 1895
My dear Manuel:
Although I didn't receive a special letter from you for me, I read Carmita's which was the same as if it were for me.
I was very glad to hear from you and to know that you are well.
By what you tell mama in your letter, I see that you haven't had a very good impression of the place over there. I have never herd such a dreadful thing as that, that you said about the woman being arrested for eating her child. She must have been crazy.
I haven't much news to give you because since you left we haven't been any place or seen anything special. The only thing I have to tell you is that Dan[iel] Peoli died of pneumonia. Isn't that dreadful? You can imagine how Nené [Peoli] must feel. He died in Brooklyn at his girls home . He was taken sick in the Brooklyn bridge, as he was going over there. Poor little Patria Barranco die also from the same thing. I suppose you know her, don't you? Mr. Martí's godchild.
Carmita gives Mrs. Guerra's children lessons again. She has been lucky enough to get them.
Manuel take care of yourself and of Mr. Martí, and don't make any "disparates."
I suppose you have had great fun with [Enrique] Collazo. How is [José María, "Mayía"] Rodríguez?
Well I will have to say goodbye, so receive lots of kisses from you loving sister
María
Ver fascímil
La carta que sigue, de la viuda al hijo, ayuda a descubrir la consideración y el respeto que ella sentía por Martí, a quien lo pone como el ejemplo de conducta que debe imitar:
Febrero 17
Manuelito hijo querido:
Mucho gusto he tenido al leer tus cartas y saber que el viaje había sido bueno, y que todos estaban bien de salud.
¿Qué te puedo decir de mí? Ya tú puedes figurarte cómo estaré siempre pensando en Uds. y en el resultado de las cosas, y sobre todo la duda que es lo peor. Yo espero que Dios los ha de acompañar, y Uds. no se han de exponer a un sacrificio inútil.
Acompaña mucho a Martí y cuídalo y cuídate tú. Nosotros estamos bien de salud aquí y estaremos hasta fines de marzo que volveremos a nuestro retiro en Central Valley.
Hemos tenido unos días de frío horrendo desde que Uds. se fueron. Hace un tiempo horrendo y muchas enfermedades y muertes. Murió Daniel Peoli y una niña de Barranco, de pulmonía el primero y de difteria la niña.
Ernesto bien. Vino del Domingo pasado a verme y al pobre se le heló una oreja sólo del colegio al paradero. Afortunadamente que allí lo atendieron, y cuando llegó aquí yo le hice algunos remedios y ya está bien.
Si no hubiéramos salido de Central Valley no sé lo que hubiera sido de nosotros, pues la nieve allí dicen que es una cosa horrible; te aseguro que odio este clima cada día más. Supongo que estarás comiendo sabroso y sobre todo si están en Santo Domingo comerás buenas frutas. Esas tierras tienen sus cosas malas, pero también tienen cosas buenas.
Donde quiera que estén escríbanme, mira que mi angustia por saber de Uds. es mucha.
Escribo sin saber si recibirán estas cartas, ojalá que sí. No dejes de decirme siempre dónde debo dirigir las cartas. No han llegado cartas para ti, si llegan te las mandaré.
Me alegró mucho lo que me dices sobre la carta que le ibas a escribir a Iglesias, pues si algo me manda nos vendrá muy bien, pero no creo que él te pague ese dinero.
El alfilercito que mandaste con el joven Arteaga ya te lo guardaré; te lo mandé a pedir porque temía que lo fueras a perder.
Dios nos vuelva a unir pronto. No olvides nunca mis consejos y pórtate en todos los casos de tu vida como un hombre honrado y no manches tu nombre con ninguna mala acción. Imita en todo a Martí, y con eso tendrás contenta a tu madre que te bendice en todo momento.
Carmen
Ver fascímil
Es de suponer que la carta de la viuda de Mantilla a Martí tenía la misma fecha que las de sus hijas, pero no se conserva su primera página; le escribe:
[…]
sido favorable según él mismo me ha dicho: así espero que a su llegada haya U. tenido buenas noticias. Cuénteme todo. U. sabe que de mí no debe esperar ninguna indiscreción y sí todo lo que criatura humana pueda hacer por todos Uds. a quienes llevo colgados de mi corazón. No tema escribir a esta casa pues mis cartas nadie las ve, ni se fija nadie en las cartas que trae el cartero. Los huéspedes duermen mucho, sobre todo el que podía hacer algún perjuicio. Nuestra vida aquí es muy tranquila: a las diez o diez y media subo a mi cuarto con las niñas y nos acostamos y dejamos a las personas de buen humor y sin penas que se quedan hasta muy tarde; yo a la verdad tengo mi espíritu muy angustiado y sólo deseo el retiro y la soledad. Ansío recibir cartas y saber más respecto a lo que tienen que hacer.
Según me dice Gonzalo [de Quesada], la gente en Cuba está bien animada. Dios quiera que sepan corresponder a los sacrificios de U. y de los otros. Aunque me arranque lo que me queda de vida desearía de corazón que llegara ese día en que se vean en Cuba ya encaminados al fin que tanto deseamos, no sólo por patriotismo, sino porque si se logra el triunfo tan deseado, ver si nos queda alguna tranquilidad en esta vida, que tan amarga nos ha sido en estos últimos años. En fin, nada de lo que tengo en el alma puedo decirle. U. sabrá entenderlo todo. No olvide que sólo estaré aquí has fines de marzo, así es que cualquier carta que deba llegar después de ese tiempo la ha de dirigir a Central Valley.
De Soto (padre) [del que enamoraba a la joven Carmita] recibí carta. Me dice que es de todo su agrado que su hijo haya elegido a mi hija con objeto de casarse con ella, pero cree que el muchacho debe apurarse y tratar de hacerse un hombre útil antes de pensar en contraer matrimonio y, para eso, dice que tanto él como padre y yo como madre de mi hija debemos contribuir a que este muchacho se encamine a ser un hombre que sepa las obligaciones que va a contraer. Yo creo que él conoce bien a su hijo y teme que sea una nulidad, en lo que no creo esté equivocado, pues aunque el muchacho es bueno, sin embargo no es eso todo lo que deba ser un hombre. En fin, veremos qué sale de él hacer en lo futuro. Tal vez decida abandonar esa pereza que creo es su principal defecto. Todo lo sentiría por la pobre Carmita que es buena y abnegada.
De Chata [Leonor, la hermana de Martí] recibí carta ayer, todos allá están buenos.
Tal vez debe U. mandarme una carta como la que me dejó para el cajero de la casa donde debo cobrar la mesada, pues me dijo que debía llevar una carta suya cada vez que fuera. Hoy iré, pero no sé si me la dará sin carta de U. Si no me quiere pagar, esperaré a que U. me mande la carta para poder cobrar.
Espero que Manuelito le ha de servir y lo ha de acompañar, y de tenerlo siempre a su lado, pues así siento como que algo de mi cuerpo esta junto al de U. Esto que le digo no quita que en todo caso haga U. con él lo que crea conveniente. Mi deseo es sólo el de U. y sé que lo que haga está bien hecho. Nada más puedo decirle. Escribo y escribo con desesperanza de que ésta no llegue a sus manos. Ojalá que la reciba. Mis recuerdos muy cariñosos a sus compañeros de viaje. Y para U. toda la vida de quien no lo olvida un solo momento.
C.
Ver fascimil
Tras el discreto y respetuoso tratamiento ("Cuénteme todo. U. sabe que de mí no debe esperar ninguna indiscreción"; "Mi deseo es sólo el de U. y sé que lo que haga está bien hecho"), lo que no se sabía, lo que apenas se sospechaba, lo dice esta mujer en estas frases de su carta: "Nada de lo que tengo en el alma puedo decirle. U. sabrá entenderlo todo"; "Siento que algo de mi cuerpo [su hijo Manuel] está junto al de U."; y al despedirse: "Para U. toda la vida de quien no lo olvida un solo momento". ¡Toda la vida!
Conclusión
Se ha dicho en muchas ocasiones, y se repite, que "Ningún hombre es grande para su ayuda de cámara", y que "Nadie es profeta en su tierra". La observación nace en Montaigne, quien escribió en su ensayo sobre "El arrepentimiento": "Ha habido hombres a los que miraba el mundo con maravilla, sin que su mujer o su criado viesen en él nada de particular. A pocos hombres los apreciaron sus sirvientes, y la experiencia de la historia dice que nadie ha sido profeta en su casa ni en su país". Es que lo cotidiano oscurece el brillo de la virtud y el resplandor del genio. Durante quince años estuvo Martí en contacto con aquella familia, y durante los diez últimos de su vida vivió con ellos. ¡Qué grande, qué delicado, qué generoso, qué humilde y discreto tuvo que ser para ganarse, sin reservas, y en su difícil posición, el afecto de aquel hogar del que se le vio salir para el trabajo, y volver de él, a la oficina de 120 Front Street, al Consulado del Uruguay, a la casa Appelton, a sus clases en la escuela pública y en la Liga, a los actos políticos, en los largos fríos de Nueva York, y en los crueles veranos, solo, solo siempre, porque a pesar de esos afectos, y los que tantos amigos le profesaban, siempre estuvo solo, por la altura de su talento y de su virtud.
Ante el ejemplo del patriota, del pensador, del literato, del ser humano que fue, muchos de los que conocen su obra y su vida podrían suscribir los juicios de la joven Carmita, y decirle si con él se encontraran: "Yo creo que no hay hombre en este mundo que se pueda comparar con Ud.". "Ud. es el hombre más cerca de la perfección que existe".
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