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El asunto de la carta La empresa "Gallery of History", de Las Vegas, Nevada, ha sacado a subasta, que se llevará a efecto el próximo 10 de mayo, una carta de Martí de la que no se tenía noticia. Aparece en un hermoso catálogo que imprimen varias veces al año ofreciendo autógrafos, fotos y documentos de políticos, escritores y artistas. En reproducción facsimilar los presentan con una breve nota sobre la figura y el documento, e indican la cantidad mínima que se puede ofrecer por ellos para entrar en la subasta y el precio que se supone lograrán el día en que se realice. Me hace llegar este catálogo el estudioso amigo y devoto martiano Manuel A. Tellechea, quien está relacionado con la "Gallery of History", y con su presidente Todd M. Axelrod, a fin de que dé a conocer esta curiosa carta de Martí.
Aparte del interés del documento, pues ya es muy raro encontrar a estas alturas una carta desconocida de Martí, llama la atención el precio que se espera lograr por ella. En comparación con otras ofertas que relaciona el catálogo, sorprende el valor que le asignan a Martí. Véanse estos ejemplos. De una carta de Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos, fechada en 1801, se espera lograr entre 20 y 40 mil dólares; de una recomendación de ascenso para un militar, firmada por Abraham Lincoln en 1862, entre 10 y 20 mil; de una carta del presidente James A. Garfield, de 1877, de mil 500 a 3 mil; de una de John F. Kennedy, de 1953, entre 2 mil 500 y 5 mil; de una felicitación de Navidad, de 1899, del presidente de México, Porfirio Díaz, entre 500 y mil; de una simple firma de Albert Einstein, entre 3 mil 500 y 7 mil; de una foto firmada del pelotero Babe Ruth, en 1926, entre 5 y 10 mil; de un contrato con la firma de Charles Chaplin, Mary Pickford y Douglas Fairbanks con el productor de cine Samuel Goldwin, de 1936, entre 10 y 20 mil; y, como último ejemplo, de un cheque de 100 dólares de Carlo Gambino, notorio personaje del bajo mundo de este país, entre 5 y 10 mil dólares... ¿Y por la carta de Martí? Para entrar en la subasta lo menos que se puede ofrecer es la cantidad de 6 mil 500 dólares, y esperan obtener de ella entre 15 y 30 mil..., lo que pone esta carta, en el precio, sobre todos los documentos citados, excepto la de Jefferson (ahora muy cotizado por celebrarse, con una gran exhibición de su archivo, los 200 años de la Biblioteca del Congreso, de Washington, que él fundó). ¿Qué hubiera pensado Martí al saber que un siglo después de su muerte unas líneas suyas iban a valer más que el escrito del presidente Lincoln, a quien tanto admiraba; 10 veces más que el del presidente Garfield, cuya muerte en manos de un asesino, en 1881, y las once semanas de agonía que sufrió, le hicieron escribir algunas de sus más bellas crónicas; 30 veces más que la firma de Porfirio Díaz, a quien fue a pedirle en 1894, con todo humildad, unos cuantos miles de pesos para la guerra de Cuba...? Y eso a pesar de que el papel de la carta de Martí, como aclaran los subastadores, está manchado y oscurecido por el tiempo, y con 12 perforaciones o roturas que afectan 8 palabras del texto ("Soiled and browned, 12 holes and cracks affecting 8 words of text from when it was removed from an album"); pero ha sido, dicen, tratada por profesionales para su indefinida protección. Estaba José Martí en febrero de 1892, cuando la escribió, en los comienzos de su gran campaña por la independencia de Cuba. A fines del año anterior había ido a Tampa y Cayo Hueso, donde expuso sus planes revolucionarios. Los exiliados en aquellas ciudades, obreros y propietarios, militares de la Guerra de los Diez Años y hombres y mujeres de varias actividades y creencias le ofrecieron todo tipo de ayuda. Dejó fundado en Cayo Hueso, con un grupo de patriotas, las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano: entre otros que los suscribieron, estaban el coronel Fernando Figueredo, que había sido ayudante de Antonio Maceo; el millonario Eduardo H. Gato; el anarquista Carlos Baliño; el dueño del periódico El Yara, José Dolores Poyo; el propietario del Hotel Monroe, Martín Herrera; y los obreros Serafín Bello, Rosendo García, Cecilio Henríquez...
Había llegado Martí a Cayo Hueso el 25 de diciembre de 1891 enfermo con una seria broncolaringitis. Como es frecuente en esas afecciones, la ronquera le dificultaba hablar. A pesar de ello, acompañado de una multitud llegó a la "Duval Hause", de Josefina Bolio, cuyo hijo era del grupo de jóvenes que propició la visita de Martí, se encaramó en una silla y pronunció un discurso, y luego, en el banquete que le habían preparado, tuvo que hablar de nuevo. Al día siguiente amaneció con fiebre y un médico le impuso reposo y descanso, por lo que tuvo que suspenderse el acto que tenían preparado para el 27; en una carta a Gonzalo de Quesada, quien estaba en Nueva York, se describe así: "En cama, muy mal... Desde la cama junto...". Volvió a su actividades el 2 de enero. Durante su reclusión redactó el programa del Partido Revolucionario para discutirlo con los dirigentes locales, quienes lo aprobaron el día 5, y el 9 se encontraba ya camino a Nueva York. Pero siguió enfermo, le escribe el 11 a Serafín Sánchez: "Estoy sin voz y sin médula..."; a Femando Figueredo, el 15: "En cama la semana, sin voz y en un temblor..."; y a Rafael Serra, quien no lo encontró en su casa, en el número 121, Oeste, de la calle 61, cuando lo fue a visitar, le explica: "¿Como me iba a encontrar, si me levanto de mi cama todos los días para ir a mi clase de noche? ¿Y de qué ha de vivir su amigo fiero? De la clase a la cama. No escribo porque el pulmón me quema, y no me deja..." (Martí, de noche, cinco veces a la semana, daba clases de español en el "Grammar School Building No. 74", que estaba en el número 220, Este, de la calle 63). Y todavía en febrero, mes de esta carta desconocida, le escribe a Serafín Bello: "Sin brazo, del pulmón que no quiere servir..." La carta desconocida, dice:
Por la campaña que se hacía para honrar la memoria del abogado matancero Miguel Figueroa (1851-1893), autonomista liberal, diputado a Cortes en 1886, a quien con otros se le debió la abolición definitiva de la esclavitud en las Antillas, Benigno Souza publicó en el Diario de la Marina, el 19 de setiembre de 1945, una carta inédita de Martí a Figueroa (recogida al año siguiente en el tomo 66 de las Obras Completas, de la Editorial Trópico), la cual arroja luz sobre ésta, desconocida; en aquélla, fechada el 11 de febrero de 1892, se lee: "En cama se encuentra su encargo honroso y agradecido, y acabo de dictar, porque apenas puedo escribir, la carta sobre el pago a la Madre Tesorera, y enviar a esas criaturitas ejemplares una visita preparatoria. Yo iré a verlas con sus encargos, la primera tarde de sol; aunque ya lo hay con ir a ver aquellas criaturas donde centellea el genio".
El nieto del ilustre tribuno, Carlos Figueroa Miranda, hoy desaparecido, fue mi compañero de clase en el Colegio de Belén, de La Habana, y para saber sobre la presencia de su abuelo en NuevaYork, y su relación con Martí, por medio de otro compañero de curso, el padre Juan M. Dorta Duque, me comuniqué con Frank Figueroa, quien reside aquí en Miami, hermano de Carlos. Por él supe que sus tías Eva, Graciela, Berta y Mercedes, fueron en Nueva York al Manhattanville College of the Sacred Heart. Había sido fundado por las monjas en 1841 y lo formaban un convento y una institución de enseñanza para señoritas. Estaba entre las calles 130 y 137, al Oeste de Harlem, lo que hacía más difícil la visita de Martí por la distancia que lo separaba del lugar. Puede afirmarse que Miguel Figueroa le había encargado a Martí que se ocupara de los pagos relacionados con la educación de sus hijas, todas, en 1892, jovencitas entre 15 y 18 años según consta en la Historia de las Familias Cubanas (1944), del conde de Jaruco. En el cuaderno de direcciones, de Martí aparece la siguiente: "1341-Figueroa; 324 Second Ave.", que debe de ser la de Miguel Figueroa (el que no debe confundirse con el valioso amigo puertorriqueño de Martí, Sotero Figueroa, el cual, según varias anotaciones en el mismo cuaderno, vivía en el 223 Este de la calle 70). El contacto entre Martí y Miguel Figueroa se confirma con estas palabras de Luis Rodolfo Miranda, en su libro Reminiscencias cubanas de la guerra y de la paz (1941): "... La casa del doctor Miranda [matancero también, médico y protector de Martí y tío de Luis Rodolfo] era un centro de conspiración, porque por allí desfilaban los principales jefes y personalidades de nuestro país; las reuniones secretas más importantes tenían lugar en el salón-biblioteca de aquella residencia [en al número 116, Oeste, de la calle 64]. Sólo citaré algunos nombres, como los del tribuno Miguel Figueroa...", y sigue una relación de los cubanos que visitaban a Miranda. De la enfermedad de que habla Martí en esta carta desconocida se tenía noticia, de la broncolaringitis, que lo dejaba afónico, y que él llamaba, como a sus otros achaques, la "maluquera"; al mes siguiente, el 24 de marzo, le escribe a Serafín Bello: "Ya rebasé mi maluquera, más que por otras cosas, por la medicina, para mi eficaz, de la nobleza que veo a mi alrededor..." Y aún mejor se conocen las actividades que menciona en la carta: su "quehacer público de mañana", y el del "lunes" en que piensa saludar a la "Señora M. Zulueta" y a las "señoritas Figueroa". El 13 de febrero de 1892 era un sábado, y el lunes 15 se inauguró la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana, a la que pertenecieron figuras de prestigio: además de cubanos (entre otros, el doctor Miranda, Emilio Agramonte, Néstor Ponce de León, Gonzalo de Quesada, Benjamín Guerra, y sus esposas), de varios países de la América Latina, y aun norteamericanos. El 7 de noviembre de ese año 1892 publica Patria lo siguiente: "Nada dará idea más exacta del mérito de la obra llevada a cabo durante los pasados siete meses, y del estado próspero en que se encuentra tan útil Sociedad, como el informe de la Secretaría que nos orgullecemos en publicar y que debe servir de estímulo a los que honran a Hispanoamérica haciendo la caridad en tierra extraña..." y habla, efectivamente, de "su fundación el 16 de febrero".
"Es probable que en ese día Martí iba a ver a esa "Señora M[¿adre?]. Zulueta" y a las "señoritas Figueroa" (esas "criaturitas ejemplares" de que le habló al padre). Se puede suponer que la "señora tesorera" de esta carta desconocida sea la "Madre Tesorera" (la ecónoma, como la llaman en las comunidades religiosas) que menciona en la dirigida a Miguel Figueroa unos días antes, y que "las cuentas de las señoritas Figueroa" sean las de ese colegio donde se educaban. El "quehacer público" a que hace referencia Martí en la carta es el discurso que iba a pronunciar al día siguiente. Sobre ese asunto, para terminar estas notas, es mejor dejar que hable un testigo del acontecimiento, Enrique Trujillo, quien dijo en sus Apuntes Históricos (1896): "El día 13 de febrero celebró en el Hardman Hall, a invitación del Club 'Los Independientes un meeting para que el señor Martí diera cuenta de las impresiones de su viaje a Cayo Hueso y Tampa". Y a continuación transcribe su reseña del acto, tal como la publicó en el periódico El Porvenir; dijo: "A pesar de la inclemencia del tiempo acudió una numerosa y distinguida concurrencia a Hardman Hall la noche del domingo último... El señor Martí pronunció un discurso que duró 75 minutos. En ciertos momentos se notaban en su voz las señales marcadas del malestar físico que aún le aqueja... Su imaginación portentosa recorrió diferentes esferas esa noche. Martí, inspirado y magnifico, nos contó sus impresiones de viaje a Tampa y Cayo Hueso... Nos pintó el interior del hogar, donde el padre cuenta a los hijos las hazañas de la guerra y donde la madre amante los prepara para cumplir con su deber... No necesitamos decir que el señor Martí fue aplaudido frenéticamente, habiendo recibido una verdadera ovación..." Cuando semanas más tarde, el 14 de marzo, empezó a publicarse el periódico Patria, en su primer número apareció entero el discurso. Fue ciertamente notable; de él son estos pasajes: "¡Digo que jamás tuve goce tan puro y de tan íntima majestad, como entre los míos, entre mis cubanos, entre mis guerreros y mis ancianos y mis trabajadores; jamás, ni en la iglesia de niño, ni en la cumbre del monte!..." Y refiriéndose a las 'Resoluciones que se habían aprobado en el Liceo de Tampa, aseguró en profecía: "Lo que de Tampa arrancó, y allí se consagró, tropezará en una hoja de yerba o en un grano de maíz, pero en Cuba irá a terminar". Y llamó su estancia en Cayo Hueso "día patrio que duró cuatro días", en los que siempre lo acompañó "una cohorte de jóvenes... ¡Bandera fue el pueblo entero, y por entre una calle y otra vio la comitiva a los niños blancos y negros apiñados a la puerta de la escuela, cuando, rendida el alma de dicha patriótica, iba camino del último taller, tras la bandera, en las manos del niño misterioso, tras el caballo, que parecía preferir el rumbo de la mar!" Y concluyó con esta acertado y feliz símil: "Los pueblos, como los volcanes, se labran en la sombra, donde sólo ciertos ojos los ven; y un día brotan hechos, coronados de fuego y con los flancos jadeantes, y arrastran a la cumbre a los disertos y apacibles de este mundo, que niegan todo lo que no desean, y no saben del volcán hasta que no lo tienen encima. ¡Lo mejor es estar en las entrañas, y subir con él!"
Así, como volcán que se labró en la sombra, como el de la profecía de Martí, otra vez logrará su libertad el pueblo de Cuba. "¡Lo mejor es estar en las entrañas, y subir con él!" |